21: Sin respuesta

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Dedicado a:

René

No sé en que momento nos detuvimos al bailar en medio de la pista. La canción terminó y nosotros estamos estáticos. Estoy a punto de hablar de nuevo pero su celular suena y eso lo saca de su pasmo.

—¿Si? —contesta con dificultad luego de sacarlo de su bolsillo.

Veo como su rostro de transforma de sorpresa a horror puro mientras tiene el celular en el oído. Su brazo cae lentamente dejando el celular aún en la  llamada y frunzo el ceño porque logro escuchar a su madre al otro lado de la línea llamándolo. Me acerco para tomar el celular que me da sin problemas y me lo llevo a la oreja.

—Soy René —hablo.

—¡René! Gracias al cielo que estas con él —la escucho y a mi me entra la preocupación también.

—¿Que sucede? —pregunto mirando al chico frente a mi que me mira fijamente sin emitir alguna palabra.

—Su padre y yo tuvimos un accidente en el coche por la lluvia y la neblina que hay fuera. Estoy bien pero....—su voz es llorosa— él esta en cirugía.

Abro la boca sorprendida.

—¿No han informado nada? —pregunto.

—No, ¿puedes traerlo? No dejes que él conduzca —pide.

—Ya vamos a llegar —digo y cuelgo sin pensar en que tiene algo que decir.

Miro a Jackson que se mantiene pasmado en su lugar mirándome.

—Reacciona que debemos ir al hospital —lo tomo de la mano y solo me tomo un momento para mandarle un mensaje a Edgardo para avisar lo que pasó.

Vaya idiota fui al decir mis sentimientos. Ni siquiera era el momento.

—Dame las llaves —pido y el se niega.

—No....yo voy a conducir —las saca de su bolsillo.

—Si quieres matarnos, adelante. De lo contrario, dame las llaves —mi tono es bastante autoritario y el aprieta los labios antes de obedecer y dármelas—. Sube.

Arranco conduciendo hasta el hospital en un horrible silencio tan palpable que un simple sonido bastaría para que no sea tan denso. Ni siquiera sé como sentirme ante la situación pero Jackson esta muy preocupado y es a eso a lo que le debo dar importancia, luego vendrá la incomodidad de mi declaración.

—Ve tu primero, estacionaré el auto —le digo frente a la puerta principal del hospital.

Solo se limita a asentir y sale corriendo dentro luego de cerrar la puerta. Busco un lugar para estacionar y tengo la suerte —que se note el sarcasmo— de quedar lo más lejos de la entrada.

Apago el auto y tiro la cabeza para atras un momento cerrando los ojos. Es de madrugada, estoy cansada, mis pies duelen y mi cabeza punza horrible. Bajo poniendo los pies en el cemento y hago un mueca de dolor porque duelen mis talones y también la punta de los pies.

Y eso que llevo tenis, aunque son nuevos.

Le pongo llave al auto y empiezo a caminar lo más recto que puedo hasta la puerta y casi soy atropellada en el proceso pero sigo viva y eso es lo que importa.

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