Capitulo 1

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La muerte.

Algunos la desean, otros la temen y otros se debaten entre

ambas opciones. Es extraordinario cuán poderosa resulta.

En sus más de dos milenios de vida, Atticus había aprendido que

incluso los más valerosos guerreros temen a la muerte. Pero no

porque les dé miedo que ésta suponga el final, no se trata de eso.

Temen a la muerte por la incertidumbre que implica, por el vacío que

puede que se extienda más allá de la misma, porque en realidad no

saben nada o casi nada de ella.

Una eternidad sumida en el caos o una eternidad totalmente

vacía, ¿Cuál escoger?

Cuando Atticus empujó a Evelyn para que cayese al vacío desde

la azotea del edificio, se fijó con atención en la expresión de su

rostro. En silencio, analizó cada movimiento de cada músculo facial

y lo que le comunicaba su lenguaje corporal. Escuchó el tono de su

grito y la frecuencia de los latidos de su corazón, pero sobre todo se

centró en su mente y en sus pensamientos.

Su propia sangre iba siendo eliminada del cuerpo de la chica y

estaba perdiendo la capacidad de leerle la mente, pero aun así

todavía podía recabar grandes cantidades de información valiosa si

se concentraba. Además, la mente humana reacciona de forma

distinta cuando cree que ha llegado el final de la vida; cuando no

hay secuelas de las que preocuparse, consecuencias que afrontar o

amenazas abalanzándose sobre ella, la mente queda totalmente

expuesta a los carroñeros con la habilidad de picotear su cadáver.

La muerte es como las primeras lluvias de primavera: llegan y

arrastran consigo toda preocupación, todo miedo. Todo se atenúa

cuando uno se enfrenta a su final. Se podría aprender más de

alguien observándolo en esos últimos minutos que haciéndolo toda

la eternidad.

Y eso era exactamente lo que estaba haciendo Atticus.

Observaba a Evelyn y escuchaba lo que ella creía que eran sus

últimos pensamientos. Una parte de él temía lo que la mente de la

joven le revelaría, pero la otra se moría de curiosidad.

«Por favor, no hagas que tu último pensamiento sea para otro

hombre. Mi dulce Evelyn, no me rompas el corazón, no destroces

mis esperanzas y mis sueños — pensó—. Por favor, haz que yo sea

el último en quien pienses. Por favor, di mi nombre, di mi nombre,

Eve, mi querida y adorada Eve. Déjate llevar por tus deseos más

oscuros y profundos y haz de mí el hombre más feliz de la Tierra al

concederme un lugar en tu corazón. ¿Es eso tanto pedir?»

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora