La muerte.
Algunos la desean, otros la temen y otros se debaten entre
ambas opciones. Es extraordinario cuán poderosa resulta.
En sus más de dos milenios de vida, Atticus había aprendido que
incluso los más valerosos guerreros temen a la muerte. Pero no
porque les dé miedo que ésta suponga el final, no se trata de eso.
Temen a la muerte por la incertidumbre que implica, por el vacío que
puede que se extienda más allá de la misma, porque en realidad no
saben nada o casi nada de ella.
Una eternidad sumida en el caos o una eternidad totalmente
vacía, ¿Cuál escoger?
Cuando Atticus empujó a Evelyn para que cayese al vacío desde
la azotea del edificio, se fijó con atención en la expresión de su
rostro. En silencio, analizó cada movimiento de cada músculo facial
y lo que le comunicaba su lenguaje corporal. Escuchó el tono de su
grito y la frecuencia de los latidos de su corazón, pero sobre todo se
centró en su mente y en sus pensamientos.
Su propia sangre iba siendo eliminada del cuerpo de la chica y
estaba perdiendo la capacidad de leerle la mente, pero aun así
todavía podía recabar grandes cantidades de información valiosa si
se concentraba. Además, la mente humana reacciona de forma
distinta cuando cree que ha llegado el final de la vida; cuando no
hay secuelas de las que preocuparse, consecuencias que afrontar o
amenazas abalanzándose sobre ella, la mente queda totalmente
expuesta a los carroñeros con la habilidad de picotear su cadáver.
La muerte es como las primeras lluvias de primavera: llegan y
arrastran consigo toda preocupación, todo miedo. Todo se atenúa
cuando uno se enfrenta a su final. Se podría aprender más de
alguien observándolo en esos últimos minutos que haciéndolo toda
la eternidad.
Y eso era exactamente lo que estaba haciendo Atticus.
Observaba a Evelyn y escuchaba lo que ella creía que eran sus
últimos pensamientos. Una parte de él temía lo que la mente de la
joven le revelaría, pero la otra se moría de curiosidad.
«Por favor, no hagas que tu último pensamiento sea para otro
hombre. Mi dulce Evelyn, no me rompas el corazón, no destroces
mis esperanzas y mis sueños — pensó—. Por favor, haz que yo sea
el último en quien pienses. Por favor, di mi nombre, di mi nombre,
Eve, mi querida y adorada Eve. Déjate llevar por tus deseos más
oscuros y profundos y haz de mí el hombre más feliz de la Tierra al
concederme un lugar en tu corazón. ¿Es eso tanto pedir?»
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...