Unos ojos grandes con el iris cristalino, entre azul y verde,
pestañeaban alertas, temerosos.
El hombre con el traje del color de la medianoche estaba
apoyado contra un muro. Tenía un cuchillo sujeto entre el índice y el
pulgar y lo balanceaba delante de él haciéndolo girar con gracia,
como una bailarina de puntillas.
Había una leve sonrisa en el rostro de Atticus. Tenía los ojos
puestos en el cuchillo entre sus dedos. De vez en cuando, la hoja
captaba un rayo de luz que se reflejaba bien en Atticus, bien en
Hansel o bien en la pared como una cicatriz alargada y blanca,
fugaz.
—Acaba con esto — le pidió Hansel volviéndose hacia él—. Has
venido a matarme, ¿no?
—¿Acabar con esto? — rio él. Su risa hizo que el estómago de
Hansel se encogiese—. ¿Por qué iba a hacerlo? Después de todo lo
que has hecho, si estuviese aquí para matarte sería una muerte
lenta y dolorosa, increíblemente dolorosa. ¿No te parece?
—¡Pues hazlo! — lo provocó—. Hazlo, mátame. Es lo que
quieres, ¿no? La mujer de tu vida se ha enamorado de mí, y tu ego
infantil no puede soportarlo. — Hansel sacudió la cabeza y añadió—:
¿En serio crees que teniéndola en una jaula, abusando de ella y
haciéndole daño se enamorará de ti? Eres un gilipollas enfermizo y
retorcido. No mereces ser amado. ¡Ni siquiera sabes qué es el
amor! ¿Llamas amor a lo que sientes por ella? ¡Atticus! ¿Qué has
hecho tú para demostrarle tu amor? ¡El amor consiste en dar tanto
como tomar! Tú lo único que haces es tomar, no has hecho el menor
sacrificio por ella... Eso no es amor.
La sonrisa del rey desapareció.
Y el corazón de Hansel se encogió.
La expresión de Atticus se volvió sombría y los labios le
temblaron.
De repente, la pena fue como un jarro de agua fría lanzado a la
espalda de Hansel. Sus tripas se estremecieron ante la visión.
El notorio rey cerró los ojos y respiró hondo.
Por un momento, el vampiro de pelo rizado pensó que iba a
llorar, a desmoronarse allí mismo como una pila de runa. Quiso
decirle que lo sentía, pero no pudo. Algo lo detenía. El mundo
parecía limitarse a su celda, el resto desapareció cuando vio al
hombre que lo había salvado volver la cara.
Las lágrimas asomaron a los ojos del monarca.
«Lo siento, lo siento, lo siento.»
Hansel abrió la boca, pero de ella no salió palabra alguna.
En ese momento se odiaba a sí mismo. No sólo por lo que
acababa de decir, palabras que habían hecho daño a Atticus, sino
por querer a Evelyn, por ser tan débil como para enamorarse de la
mujer a la que amaba su creador. También se odiaba por no haber
intentado con la suficiente fuerza que Atticus fuese menos violento e
irracional con ella. Aquel hombre era un monstruo, un horrible
monstruo sin alma, pero, a la vez, era el hombre que lo había
salvado a él, concediéndole la inmortalidad, la vida.
Hansel lo odiaba y lo amaba a partes iguales.
—Yo... — empezó a decir. Se dio cuenta entonces de que él
también estaba llorando.
—No te disculpes — saltó Atticus—. Por favor, no. Merezco lo
que has dicho. Merezco cada insulto y más... — Negó con la cabeza
—. No me perdones. No merezco el perdón. — Tiró el cuchillo y éste
rodó sobre el suelo empedrado. Su mirada se elevó para
encontrarse con la de Hansel—. ¿Crees que tengo alguna
posibilidad de cambiar la situación?
—No. — La respuesta salió de su boca antes de que Hansel se
diera cuenta. Luego hubo una pausa. Un instante de remordimiento.
Y añadió—: O a lo mejor sí, si encuentras la forma de borrar sus
recuerdos.
Silencio.
Justo después, en la celda se oyó una leve risa. Ambos rieron.
Un momento fuera de lugar, un momento de normalidad en aquella
cámara de sufrimiento.
La música de fondo eran los gritos y los gemidos de los
torturados. Hansel había sido objeto de los sádicos pasatiempos de
Atticus hacía menos de una hora, pero, de algún modo, casi ni lo
recordaba.
Atticus era su amigo. Atticus estaba destrozado.
Hansel habría deseado saber cómo consolarlo, cómo curarlo,
encontrar la luz que reparara su alma. Pero no podía hacerlo. Sólo
Evelyn podría. Y esa oportunidad se había desvanecido la noche del
motel. Atticus había abusado de su confianza y le había hecho lo
indecible. Ya no había nada que pudiera hacerlo rebobinar y borrar
todo aquello.
—Siempre te perdonaré, incluso cuando no lo merezcas, incluso
después de que me hayas encerrado en una celda y me hayas
torturado. Algo que, por cierto, es extremadamente doloroso. Tío, no
mola nada — añadió Hansel con una sonrisa en un intento de
mejorar el humor de Atticus—. ¿Y si intercambiamos los roles y te
torturo yo un rato?, ¿cómo lo ves?
El rey levantó la vista. Sus ojos castaños estaban llenos de
lágrimas.
El corazón de Hansel se partió en dos al verlo.
Una brisa fría recorrió la celda.
—Hansel — la voz de Atticus era poco más que un susurro—, he
hecho algo terrible...
Antes de acabar su confesión, cayó de rodillas.
—Atticus...
Un gemido.
Hansel contuvo la respiración.
El destrozado rey sollozaba.
—¿Qué ha pasado? — preguntó Hansel tirando de sus cadenas,
desesperado por estar al lado de su amigo.
—Romeo, mi hijo... Lo he matado.
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...