Capitulo 11

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¿Escuchar al corazón o a la cabeza? Es una vieja pregunta que la

humanidad se ha estado haciendo desde el principio de nuestra

civilización.

Una pregunta sin una única y legítima respuesta correcta. ¿Por

qué? Porque los humanos son humanos.

Los humanos son incapaces de predecir lo que no ha sucedido,

y el curso del futuro está en manos del destino y de la voluntad del

universo. La raza humana es un fragmento incompetente que existe

en un ingente volumen de la creación.

Las posibilidades de saber si será nuestra cabeza o nuestro

corazón el que tome la decisión correcta, la decisión que más nos

beneficiaría, son del 50 por ciento. No importa con cuánto cuidado

analicemos una situación, habrá incontables factores externos que

deberemos incluir si queremos predecir con exactitud absoluta el

futuro... Y eso es algo que los humanos son capaces de hacer.

Un colgante de oro macizo. Un círculo dorado perfecto con las

letras «AL» en su interior, las iniciales de Atticus Lamia, aunque

colgado de una delgada cadena de oro, parecía muy pesado

alrededor del cuello de Evelyn.

Le caía en el centro del pecho, al mismo nivel que su corazón,

justo sobre el busto. El metal precioso contrastaba con su piel

blanca como el marfil de temperatura inusualmente fría. Evelyn se

sentía como si la hubiesen marcado o etiquetado. Las letras «AL»

eran una especie de advertencia para avisar a todo el mundo de que

ella era propiedad del rey y nadie podía tocarla ni hablarle, a no ser

que esa persona quisiera morir.

Se sentía como una mercancía: el colgante la hacía sentirse

como un objeto material. Al principio quiso rebelarse contra ello, tirar

el collar lo más lejos que pudiese, pero no lo hizo.

La joya era la forma que tenía Atticus de decirle que seguía

siendo de su propiedad y que ello debía ser tenido en cuenta

durante cada uno de sus movimientos ese día. Era un objeto para

recordarle que fuese cauta, para advertirle de que, si deseaba

escapar de nuevo, él la atraparía. Puede que él le estuviese dando

una oportunidad para saborear la libertad, pero seguía siendo

Atticus Lamia, y no era un hombre que se diera por vencido

fácilmente.

Bajó la vista al colgante mientras el elegante vehículo negro

corría. «"AL"... — Puso los ojos en blanco al pensarlo—. Aunque la

mona se vista de seda...», se recordó.

Cuando el recepcionista del hotel Shangri-La le había dado el

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora