—Vengo de Oriente, de un lugar que solía llamarse China — le había
dicho May Lee justo cuando Evelyn estaba a punto de marcharse, la
taza de té de porcelana vacía y fría como la puesta de sol—. Mi
marido adoraba a los dioses, pero sólo a cinco. Solía llamarlos los
Guardianes: la Vida, la Muerte, el Destino, la Oscuridad y la Luz. —
May sostenía su taza en la mano y de ella emergía un vapor que
olía a deliciosa canela. Dio un sorbo antes de proseguir—: Mi
marido apostó con la Muerte y ganó. Intentó adivinar el nombre del
Guardián y acertó.
—¿Acertó el nombre de la Muerte? — preguntó Evelyn. Notó frío
y el resto del mundo desapareció a su alrededor. Oyó cada latido de
su corazón. El nombre de la Muerte... Tragó saliva al pensarlo,
excitada, pero mantuvo un semblante inexpresivo—. ¿Era...?
—Nunca me lo dijo. Pensaba que yo era lista, mucho más que él.
A lo mejor imaginó que haría un trato con la Muerte, o quizá que le
vendería mi alma para que lo matara.
La mirada de May Lee descendió hacia el té, como si hubiera
encontrado algo de gran interés en él. Su índice acarició el borde
dorado de la taza con un suspiro.
Era una especie de disculpa, Evelyn estaba casi segura. Notó la
pena, el odio hacia sí misma, el remordimiento.
May Lee lo sabía, sabía del juego que Evelyn iba a jugar con
Lucifer y la naturaleza de su deseo.
—Me dijo una adivinanza — añadió la vampira tras un momento
de silencio, y sus ojos castaños se elevaron para contemplar los
últimos rayos de la puesta de sol, los vibrantes últimos coletazos de
vida antes de que la oscuridad tomara el relevo y el día pereciera—.
Un nombre se da, me dijo. Un nombre es un regalo, se ofrece. Es
descaradamente obvio y a la vez increíblemente astuto. Me hizo que
lo adivinara, pero no acerté. — May Lee dejó la taza—. Es toda la
ayuda que puedo ofrecerte, me temo. Sé inteligente, Evelyn. Con la
respuesta y con el deseo.
El recuerdo de su conversación era ahora una sombra en el
fondo de la mente de la chica, palideciendo y oscureciéndose bajo la
luz titilante de su conciencia, que quería examinar cada detalle,
cada fractura, cada palabra de aquella adivinanza.
«Descaradamente obvio e increíblemente astuto...»
Las teorías empezaron a formarse en su cabeza mientras sus
pasos resonaban por el pasillo, ligeros y rápidos, una melodía
constante que la acompañaba mientras caminaba por los largos
corredores del palacio con toda su energía concentrada en la
materia gris de su cerebro, trabajando para encontrar la respuesta a
aquel juego de palabras.
«Un nombre se da. Un nombre es un regalo, se ofrece...»
«Descaradamente obvio...»
Llevó la palma de la mano al pomo de las puertas metálicas de
su habitación, su peso cediendo ligeramente al entrar en la estancia,
ignorando la sombra que se escondía junto a la ventana.
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampiroHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...