Capitulo 82

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—Vengo de Oriente, de un lugar que solía llamarse China — le había

dicho May Lee justo cuando Evelyn estaba a punto de marcharse, la

taza de té de porcelana vacía y fría como la puesta de sol—. Mi

marido adoraba a los dioses, pero sólo a cinco. Solía llamarlos los

Guardianes: la Vida, la Muerte, el Destino, la Oscuridad y la Luz. —

May sostenía su taza en la mano y de ella emergía un vapor que

olía a deliciosa canela. Dio un sorbo antes de proseguir—: Mi

marido apostó con la Muerte y ganó. Intentó adivinar el nombre del

Guardián y acertó.

—¿Acertó el nombre de la Muerte? — preguntó Evelyn. Notó frío

y el resto del mundo desapareció a su alrededor. Oyó cada latido de

su corazón. El nombre de la Muerte... Tragó saliva al pensarlo,

excitada, pero mantuvo un semblante inexpresivo—. ¿Era...?

—Nunca me lo dijo. Pensaba que yo era lista, mucho más que él.

A lo mejor imaginó que haría un trato con la Muerte, o quizá que le

vendería mi alma para que lo matara.

La mirada de May Lee descendió hacia el té, como si hubiera

encontrado algo de gran interés en él. Su índice acarició el borde

dorado de la taza con un suspiro.

Era una especie de disculpa, Evelyn estaba casi segura. Notó la

pena, el odio hacia sí misma, el remordimiento.

May Lee lo sabía, sabía del juego que Evelyn iba a jugar con

Lucifer y la naturaleza de su deseo.

—Me dijo una adivinanza — añadió la vampira tras un momento

de silencio, y sus ojos castaños se elevaron para contemplar los

últimos rayos de la puesta de sol, los vibrantes últimos coletazos de

vida antes de que la oscuridad tomara el relevo y el día pereciera—.

Un nombre se da, me dijo. Un nombre es un regalo, se ofrece. Es

descaradamente obvio y a la vez increíblemente astuto. Me hizo que

lo adivinara, pero no acerté. — May Lee dejó la taza—. Es toda la

ayuda que puedo ofrecerte, me temo. Sé inteligente, Evelyn. Con la

respuesta y con el deseo.

El recuerdo de su conversación era ahora una sombra en el

fondo de la mente de la chica, palideciendo y oscureciéndose bajo la

luz titilante de su conciencia, que quería examinar cada detalle,

cada fractura, cada palabra de aquella adivinanza.

«Descaradamente obvio e increíblemente astuto...»

Las teorías empezaron a formarse en su cabeza mientras sus

pasos resonaban por el pasillo, ligeros y rápidos, una melodía

constante que la acompañaba mientras caminaba por los largos

corredores del palacio con toda su energía concentrada en la

materia gris de su cerebro, trabajando para encontrar la respuesta a

aquel juego de palabras.

«Un nombre se da. Un nombre es un regalo, se ofrece...»

«Descaradamente obvio...»

Llevó la palma de la mano al pomo de las puertas metálicas de

su habitación, su peso cediendo ligeramente al entrar en la estancia,

ignorando la sombra que se escondía junto a la ventana.

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora