«¿Por qué tendrá tanta ropa en una habitación de hotel?», se
preguntó Evelyn al encender las cegadoras luces blancas del
vestidor de Atticus. Era del mismo tamaño que la habitación que
tenía en casa de sus padres.
Había armarios roperos modernos y lacados empotrados en las
paredes. Tantos, que la única superficie visible que fuese parte de la
estructura del hotel era el techo. Todos los armarios tenían las
paredes interiores de color negro. Algunas puertas estaban abiertas
y otras cerradas.
Evelyn empezó a deambular por el vestidor, echando un vistazo
a cada armario, en busca de algo que ponerse. Su vestido, abierto,
le colgaba tan sólo del brazo izquierdo. Supuso que Atticus querría
que durmiese en su cama, con él. Después de todo, era Atticus, y la
joven había visto la lascivia en sus ojos y el bulto en su pantalón.
No era la clase de hombre que aceptaba un no por respuesta,
así que dudaba que aquella noche fuese a ser una excepción, pese
a que le hubiese prometido intentarlo. No obstante, aún albergaba
esperanzas de que él le demostrara que había algo más que deseo
entre ellos. Había prometido intentarlo, sí, y ella necesitaba
desesperadamente creer que cumpliría sus promesas para que lo
suyo funcionara.
Estaba dispuesta a olvidar todas las cosas malas que le había
hecho en el pasado por el bien de un futuro mejor para su raza.
Estaba dispuesta a olvidar a Ethan, a olvidar a Hansel y a empezar
de nuevo con Atticus. Todo cuanto quería era salvarlo y hacer de él
un hombre mejor. No deseaba otra cosa.
Una nación bajo el gobierno de un tirano sufriría para siempre la
pobreza, y ella estaba cansada de ver sufrir a la gente, de dejar que
las injusticias y los prejuicios campasen a sus anchas entre ambas
razas, e incluso entre los individuos de la misma raza.
Estaba decidida a cambiarlo.
Encontró algunas prendas que podrían ser cómodas para dormir.
Sacó un par de calzoncillos nuevos, todavía en su caja, de uno de
los cajones y una camisa marrón oscuro de un armario. Se quitó el
vestido y se puso la ropa sin darse cuenta de la presencia masculina
que se hallaba de pie junto a la puerta.
—No sé qué me gusta más —oyó decir a Atticus—, si verte con
mi ropa o desnuda. Desnuda estás fabulosa, pero verte con mis
prendas me acaricia el ego y el orgullo.
Lo sintió detrás de ella.
—Hola... ¿Ya has acabado de hablar por teléfono? — preguntó
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
مصاص دماءHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...