Capitulo 39

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Atticus sabía que debería haber hecho que Evelyn parara, apartarla

en el mismo momento en que notó sus dulces labios contra su piel.

Aquel simple beso había hecho que millones de chispas estallaran

en lo más profundo de sus músculos, haciendo que todas las

terminaciones nerviosas se le pusieran de punta.

Sabía que debería haberse plantado, siguiendo con su plan, y no

dejarse llevar por el deseo. Quería demostrarle a Evelyn que lo que

sentía por ella no era solamente sexual, que su afecto iba mucho

más allá de lo físico.

Aunque en el mismo momento en que ella empezó a tocarlo,

perdió toda su fuerza de voluntad. ¡Lo había estado haciendo tan

bien! ¡Había hecho tantos progresos esa noche! Pero era tan raro

que Evelyn lo tocase voluntariamente y de aquella forma tan

seductora que se llevó por delante sus aspiraciones y su autocontrol

como un tornado metafísico.

Notó su mano, ligera como una pluma, dirigirse provocativa hacia

su polla erecta. Quería acariciarla desesperadamente. Ella siguió

dándole besos en el torso desnudo. Eso hizo que las fantasías más

oscuras de Atticus empezaran a poblar su mente. Soñaba con

Evelyn gimiendo y restregándose contra él, suplicándole que la

hiciese suya. Al imaginarlo, estuvo a punto de correrse.

Por instinto, una de sus manos descendió para tocar el sexo de

ella. La deseaba tanto... Necesitaba sentirla, notar sus caderas

contra las suyas, sus labios contra los suyos, su sexo contra el

suyo..., le daba igual, fuera lo que fuese. La necesitaba.

—Entonces ¿tenemos un trato? — preguntó Evelyn.

Su voz sacó a Atticus de su ensoñación.

—¿Eh? — murmuró. Su mente no había vuelto del todo al mundo

real. Los besos de ella fueron descendiendo por el cuerpo de

Atticus, que dejó escapar un gemido de placer. Tentativamente, la

joven acarició el largo y duro pene con sus pequeñas manos.

Estaba claro que no tenía mucha experiencia, pero tampoco era una

completa principiante: había aprendido algunas cosas durante su

breve romance antes de que ellos se conocieran.

Sus labios seguían bajando, y Atticus se sintió como flotando.

Parecía que nada más allá del contacto entre la piel de ambos

importaba ya. Se perdió en el momento, y su mente se elevó hasta

el cielo.

«Dios», pensó. Los labios de Evelyn estaban a apenas unos

centímetros de su zona más erógena. Cometió la equivocación de

mirar hacia abajo y vio a su precioso ángel de cabello oscuro

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora