Capitulo 77

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En un lugar sin luz, en el que el aire transportaba siempre lamentos y gritos atormentados, había un niño al que los gemidos de sus víctimas perseguían como fantasmas. El chiquillo estaba de rodillas, llorando. En sus manos intentaba sostener el único rayo de luz que entraba en aquel maldito lugar, y éste formaba una pequeña llama entre sus palmas, tan preciosa, tan cercana a la extinción. El niño sollozaba. 

En la llama había un recuerdo. Una noche fría en un balcón. Evelyn recordaba aquella noche. Recordaba el sonido de la música vibrando en la sala contigua. Recordaba los olores de Utopía y el delicioso sabor del champán. Se acordaba de él, en aquel balcón, el vampiro distante con un aura de soledad que había decidido hablar con ella. Recordaba lo guapo que era y cómo había sentido lástima por él. Pese a su belleza, su atractivo, su riqueza y su poder, era infeliz, lo sabía.¡No me dejes! — gritó el niño—. Por favor, por favor... Todo el mundo se va. Padre, madre, Duncan, Venecia, Mira, Kainsius... Todo el mundo al que he querido se va, no puedo vivir sin ti. ¡Ámame! ¡Dime que me amas! No quiero estar solo... No quiero vivir esta vida sin ti, Evie... Por favor, no me dejes — lloriqueó. Temblaba de frío, la espalda arqueada sobre la llama, protegiéndola con su vida—. Me da miedo la Oscuridad... Me da miedo la Oscuridad... ¡No dejes que se me lleve, Evie, no quiero perderme! ¡Sálvame, por favor! Sus gritos empezaron a mezclarse con los de sus fantasmas. Cuando Evelyn se despertó era más de mediodía. Pese a haber dormido mucho, su cuerpo seguía exhausto. Su mente estaba aún medio dormida. Las cortinas estaban echadas y apenas si entraba luz a su habitación. Había una bandeja con tostadas, beicon, huevos escalfados y zumo de naranja sobre la mesilla. Estaba todo frío, pero le dio igual. Cogió la bandeja, la puso sobre la cama y empezó a mordisquear una tostada. Estaba hambrienta. El zumo de naranja le supo a gloria: ácido y refrescante. 

También había una nota:

Debo ir a la ciudad con Jonah hoy, hay algunas cosas que debo solucionar antes de que anunciemos la muerte de Alaina. May te ha invitado a comer a su casa. No tienes que ir si no quieres, ya sé que a veces es insufrible, pero me haría muy feliz que fueses.

Como siempre, te quiero con todo mi corazón,

Atticus

P. D. No te metas en demasiados líos mientras estoy fuera.


Evelyn tuvo que leerla dos veces para centrarse y recordar los

sucesos de la noche anterior. Cuando por fin lo hizo, la hoja de

papel se le cayó de la mano y se le encogió el estómago. Ya no

tenía apetito.

Una imagen del cuerpo de Alaina borboteando como si fuera

sopa le vino a la mente y pronto sintió remordimientos. Otra muerte

por su culpa, por su estupidez. Se mordió el labio, pero no lloró. Se

le habían acabado las lágrimas de tanto llorar. Ya no sentía pena.

En su lugar, sentía un odio encendido hacia Atticus. Evelyn nunca le

había pedido que matara por ella. Nunca le había pedido que

matara a nadie por ella.

En un segundo, se levantó de la cama y abrió el cajón en el que

había guardado la rosa de Lucifer.

«Su nombre, debo averiguar su nombre...»

Él le concedería un deseo, cualquier cosa que desease en el

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora