Un aroma divino y sensual inundaba el espacioso cuarto de baño.
Las paredes y los suelos estaban cubiertos de piedra lisa de color
beige, y el techo era de mármol oscuro con luminosos destellos
dorados.
Mientras las delicadas doncellas llenaban la bañera de Evelyn de
pétalos, espuma y aceites perfumados con gran esmero, ella
contemplaba el techo: centelleos de luz contra un fondo de
oscuridad le recordaron al cielo nocturno. Era precioso.
Todo el cuarto de aseo era una maravilla, igual que el resto de su
nueva habitación. Si sus anteriores aposentos ya le habían parecido
lujosos y extravagantes, sencillamente no tenía palabras para
describir los nuevos.
—Señorita Blackburn, su baño está listo — le dijo una de las
doncellas con una reverencia.
Más que una bañera, parecía una piscina pequeña o un jacuzzi
gigante. En una esquina había también un cubículo de tres por tres
metros, rodeado de una mampara de cristal. Evelyn supuso que se
trataba de una ducha. ¿Quién en el mundo necesitaba una ducha
tan grande?, se preguntó.
—¿Desea algo más, señorita Blackburn? — le preguntó otra de
las muchachas.
—No, gracias — se apresuró a responder ella.
Intentó sonreírles a todas, pero ninguna le devolvió la sonrisa.
Se marcharon sin decirle adiós siquiera. Por su falsa amabilidad,
Evelyn se dio cuenta de que no les gustaba.
—Y ¿por qué ibas a gustarle a nadie? — dijo para sí dejando
escapar una risa amargada—. Eres la perra que les ha robado al
hombre de sus sueños.
De repente se echó a reír ante la ironía de la situación. Evelyn
había visto el modo en que las mujeres miraban a Atticus. Todas
ellas lo observaban con lujuria. Y no podía culparlas.
El vampiro era tan atractivo como un dios, más allá de cualquier
posible descripción. Incluso ella misma, en el primer momento que
lo vio, había sentido una punzada de deseo.
Pero el deseo no era amor; no era la única base necesaria para
construir una relación y una vida conjunta. El deseo no le hacía
sentir a Evelyn querer pasar el resto de su existencia con un hombre
al que odiaba.
Necesitaba algo más que simple deseo. Necesitaba a alguien a
quien poder considerar su amigo, alguien que la entendiera, alguien
en quien pudiera confiar, con quien bromear, con quien ser ella
misma.
«¿Alguien como Hansel?», oyó preguntar a su subconsciente.
«No — respondió para sí—. No como Hansel, cualquiera menos
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...