Capitulo 56

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—¿Evelyn? — Una voz familiar la sacó de su ensoñación.

Abrió los ojos de golpe. Lo primero que notó mientras éstos

intentaban enfocar el borroso mundo a su alrededor fue un frío

intenso, un frío que le dejó los sentidos entumecidos largo rato pero

que de repente desapareció.

—¿Evie? — dijo la voz de nuevo.

La muchacha notó una mano en su hombro.

Era Atticus. No tuvo que acabar de ver con claridad para saber

que era él. Habría reconocido aquella voz en cualquier parte. La voz

que la perseguía en sus peores pesadillas.

—¿Qué pasa? — le preguntó él mientras sacudía su cuerpo con

dulzura—. Tienes el corazón desbocado. Noto el olor a miedo en tus

venas. Cariño, ¿qué ocurre?

Evelyn empezó a recordar escenas de su sueño. Se sucedían

tan deprisa que tuvo que cerrar los ojos al notar un fuerte dolor en la

sien. Sintió un mareo. Recordó a Lucifer, a la niña del vestido hecho

trizas, el trato que el demonio le había propuesto.

Se preguntó si había sido real. ¿Había sido real o un sueño?

¿Podía ser más que un simple sueño?

Se le ocurrían un montón de preguntas extrañas mientras su

mente intentaba encontrar sentido a todo lo que acababa de vivir,

pero su cerebro seguía adormilado y no le era de gran ayuda.

La mano de Atticus seguía sobre su hombro, el pulgar

describiendo círculos en su piel expuesta para consolarla. Deseaba

cogerla, abrazarla y decirle que todo iba a ir bien, que la protegería y

que nada podría hacerle daño si él estaba allí. Deseaba hacerlo con

todas sus fuerzas, pero no lo hizo.

Sabía lo frágil que estaba Evelyn tras su encuentro con Ethan y

Hansel hacía tres días. No era fácil que alguien que te importaba te

dijera que no eras nada para él y darte cuenta de que lo que

pensabas que era real no era más que una mentira. Atticus conocía

el dolor que la joven sentía por propia experiencia.

Y era atroz.

Con cautela, se acercó a ella y le besó la frente.

—Háblame, Evie, mi amor, mi luz, mi vida. Por favor, háblame.

Te quiero. Quiero hacerte feliz.

Los ojos de la chica pestañearon. De forma gradual, consiguió ir

enfocando lo que tenía a su alrededor y sus pupilas se centraron en

Atticus. Sus iris azules eran ahora de un tono mucho más claro.

Parecía que la nube de pesadez había desaparecido. Un poco al

menos, pero era un signo de esperanza.

Abrió la boca, e iba a decir algo, pero entonces su estómago

rugió. Hacía mucho que no comía.

Atticus sonrió.

—Traed un poco de sopa para la señorita Blackburn — susurró

sin apartar la vista de ella.

Al principio Evelyn creyó que se dirigía a ella, pero luego

entendió que era una orden para los guardias que seguramente

debían de estar apostados a su puerta. Atticus le dedicó una sonrisa

y luego se le acercó de nuevo para besarla.

Ella apartó la cara y se movió en la cama de forma que quedara

un espacio entre ambos.

—Me gustó tu regalo — dijo Atticus de repente, y le sonrió de

nuevo. Alargó la mano hacia el suelo y cogió la bolsa de regalos que

Evelyn le había traído de su estancia en Utopía—. O debería decir

regalos... Me encantan.

Primero sacó la camiseta que decía «Yo amo a Atticus Lamia» y

luego el bolígrafo, la libreta, la mochila, las chapas y las pegatinas

con el mismo mensaje. El rey se había echado a reír al ver aquello.

Supuso que reflejaba la forma en que ella lo veía, como alguien

vanidoso y obsesionado con su propia persona. Algo que no podía

negar.

Luego sacó un retrato suyo enmarcado. Al principio había

pensado que ella lo había comprado, pero casi se le escapó una

lágrima al ver la firma «E. Blackburn» al pie del mismo. La alegría

que había explotado en su pecho al saber que ella lo había

dibujado... Atticus estaba en éxtasis. Un regalo tan bien pensado,

tan afectuoso... Al volver a verlo, notó de nuevo aquella sensación.

Además, estaba muy favorecido en aquel retrato.

Lo puso en el regazo de Evelyn, sonriéndole con entusiasmo.

Esperaba que ella lo reconociera y sintiera parte de lo que había

sentido al dibujarlo. O al menos lo que él creía que ella había

sentido.

Pero no apareció ni atisbo de amor en su rostro inexpresivo.

Finalmente, sacó una sudadera en cuyo pecho se leía en letras

blancas: «Soy malo y lo sé». Le encantaban todos los regalos que

Evelyn le había hecho.

—Gracias — dijo en voz baja, esperando recibir algún tipo de

emoción por parte de ella como respuesta.

Pero sus palabras de gratitud no la hicieron inmutarse siquiera.

Permaneció con la mirada perdida en su dirección, sin verlo. Pese a

que su mente seguía cuestionándose la existencia de Lucifer y la

realidad de su sueño, a Evelyn no le apetecía comentar esas

cuestiones con Atticus. En su lugar, le preguntó lo que había estado

atormentándola desde que había visto a Ethan hacía tres días.

Atticus debió de presentir lo que se le avecinaba, porque antes

de que ella hablase, dijo:

—Evie, no he hecho nada malo, ¡no me trates como si hubiese

matado a alguien!

—¿Qué hacía él aquí? — fueron las primeras palabras de Evelyn

en tres días—. ¿Y por qué llevaba el uniforme de la guardia real?

¿Qué le has hecho?

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora