—¿Evelyn? — Una voz familiar la sacó de su ensoñación.
Abrió los ojos de golpe. Lo primero que notó mientras éstos
intentaban enfocar el borroso mundo a su alrededor fue un frío
intenso, un frío que le dejó los sentidos entumecidos largo rato pero
que de repente desapareció.
—¿Evie? — dijo la voz de nuevo.
La muchacha notó una mano en su hombro.
Era Atticus. No tuvo que acabar de ver con claridad para saber
que era él. Habría reconocido aquella voz en cualquier parte. La voz
que la perseguía en sus peores pesadillas.
—¿Qué pasa? — le preguntó él mientras sacudía su cuerpo con
dulzura—. Tienes el corazón desbocado. Noto el olor a miedo en tus
venas. Cariño, ¿qué ocurre?
Evelyn empezó a recordar escenas de su sueño. Se sucedían
tan deprisa que tuvo que cerrar los ojos al notar un fuerte dolor en la
sien. Sintió un mareo. Recordó a Lucifer, a la niña del vestido hecho
trizas, el trato que el demonio le había propuesto.
Se preguntó si había sido real. ¿Había sido real o un sueño?
¿Podía ser más que un simple sueño?
Se le ocurrían un montón de preguntas extrañas mientras su
mente intentaba encontrar sentido a todo lo que acababa de vivir,
pero su cerebro seguía adormilado y no le era de gran ayuda.
La mano de Atticus seguía sobre su hombro, el pulgar
describiendo círculos en su piel expuesta para consolarla. Deseaba
cogerla, abrazarla y decirle que todo iba a ir bien, que la protegería y
que nada podría hacerle daño si él estaba allí. Deseaba hacerlo con
todas sus fuerzas, pero no lo hizo.
Sabía lo frágil que estaba Evelyn tras su encuentro con Ethan y
Hansel hacía tres días. No era fácil que alguien que te importaba te
dijera que no eras nada para él y darte cuenta de que lo que
pensabas que era real no era más que una mentira. Atticus conocía
el dolor que la joven sentía por propia experiencia.
Y era atroz.
Con cautela, se acercó a ella y le besó la frente.
—Háblame, Evie, mi amor, mi luz, mi vida. Por favor, háblame.
Te quiero. Quiero hacerte feliz.
Los ojos de la chica pestañearon. De forma gradual, consiguió ir
enfocando lo que tenía a su alrededor y sus pupilas se centraron en
Atticus. Sus iris azules eran ahora de un tono mucho más claro.
Parecía que la nube de pesadez había desaparecido. Un poco al
menos, pero era un signo de esperanza.
Abrió la boca, e iba a decir algo, pero entonces su estómago
rugió. Hacía mucho que no comía.
Atticus sonrió.
—Traed un poco de sopa para la señorita Blackburn — susurró
sin apartar la vista de ella.
Al principio Evelyn creyó que se dirigía a ella, pero luego
entendió que era una orden para los guardias que seguramente
debían de estar apostados a su puerta. Atticus le dedicó una sonrisa
y luego se le acercó de nuevo para besarla.
Ella apartó la cara y se movió en la cama de forma que quedara
un espacio entre ambos.
—Me gustó tu regalo — dijo Atticus de repente, y le sonrió de
nuevo. Alargó la mano hacia el suelo y cogió la bolsa de regalos que
Evelyn le había traído de su estancia en Utopía—. O debería decir
regalos... Me encantan.
Primero sacó la camiseta que decía «Yo amo a Atticus Lamia» y
luego el bolígrafo, la libreta, la mochila, las chapas y las pegatinas
con el mismo mensaje. El rey se había echado a reír al ver aquello.
Supuso que reflejaba la forma en que ella lo veía, como alguien
vanidoso y obsesionado con su propia persona. Algo que no podía
negar.
Luego sacó un retrato suyo enmarcado. Al principio había
pensado que ella lo había comprado, pero casi se le escapó una
lágrima al ver la firma «E. Blackburn» al pie del mismo. La alegría
que había explotado en su pecho al saber que ella lo había
dibujado... Atticus estaba en éxtasis. Un regalo tan bien pensado,
tan afectuoso... Al volver a verlo, notó de nuevo aquella sensación.
Además, estaba muy favorecido en aquel retrato.
Lo puso en el regazo de Evelyn, sonriéndole con entusiasmo.
Esperaba que ella lo reconociera y sintiera parte de lo que había
sentido al dibujarlo. O al menos lo que él creía que ella había
sentido.
Pero no apareció ni atisbo de amor en su rostro inexpresivo.
Finalmente, sacó una sudadera en cuyo pecho se leía en letras
blancas: «Soy malo y lo sé». Le encantaban todos los regalos que
Evelyn le había hecho.
—Gracias — dijo en voz baja, esperando recibir algún tipo de
emoción por parte de ella como respuesta.
Pero sus palabras de gratitud no la hicieron inmutarse siquiera.
Permaneció con la mirada perdida en su dirección, sin verlo. Pese a
que su mente seguía cuestionándose la existencia de Lucifer y la
realidad de su sueño, a Evelyn no le apetecía comentar esas
cuestiones con Atticus. En su lugar, le preguntó lo que había estado
atormentándola desde que había visto a Ethan hacía tres días.
Atticus debió de presentir lo que se le avecinaba, porque antes
de que ella hablase, dijo:
—Evie, no he hecho nada malo, ¡no me trates como si hubiese
matado a alguien!
—¿Qué hacía él aquí? — fueron las primeras palabras de Evelyn
en tres días—. ¿Y por qué llevaba el uniforme de la guardia real?
¿Qué le has hecho?
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampirosHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...