Evelyn se sentía rara al tener que volver después de tanto tiempo.
En realidad, cuatro días no eran exactamente una vida, pero se lo
parecieron después de haberse pasado una larga temporada
encerrada en el palacio, vigilada por Atticus.
El vampiro le había negado sus necesidades básicas durante
tantos meses que ahora ella había atesorado cada segundo de
libertad como si fuese el último.
Durante aquellos cuatro días, apenas había dormido. Quería
aprovechar al máximo cada momento. No sabía cuánto iban a durar
sus minivacaciones, así que no se había atrevido a malgastar
preciosas horas en la cama cuando podía estar haciendo otras
cosas que le apetecían más.
Quería negárselo a sí misma, pero en esos cuatro días le había
parecido que estaba en el paraíso. Sentía el corazón acelerándose
en el pecho cada vez que el chófer le preguntaba adónde quería ir.
Aventurarse por la ciudad sola era algo emocionante. Sí, había
guardias siguiéndola, pero se mantenían a cierta distancia y nadie
se atrevía a decirle nada acerca de adónde quería ir o lo que
deseaba hacer en cada momento.
Era muy agradable.
Utilizó las reticencias de los guardias a decirle que no en su
propio beneficio. Durante aquellos días había hecho algo de lo que
sabía que un día se arrepentiría, pero no había podido evitarlo.
Tenía que hacerlo.
No sabía si era porque aún estaba con la adrenalina al máximo
gracias a aquella dulce sensación de independencia o si el cambio
de escenario había refrescado su mente y su capacidad intelectual
se había visto incrementada gracias a las cosas que había visto en
aquellos cuatro días, pero el palacio le pareció distinto.
Por algún motivo, los colores daban la impresión de ser más
vibrantes, las caras de los sirvientes más amables, más humanas.
Antes no les había prestado mucha atención. Eran como fantasmas,
escondiéndose entre sombras, atendiendo sus órdenes y sus
necesidades, y ahora le pareció que los veía por primera vez.
Algunos eran vampiros y otros humanos.
Apretó con fuerza el regalo que llevaba en la mano. Hizo el
esfuerzo de dedicarles sonrisas a los guardias que lo conducían a
su habitación. Supuso que ahora que estaba de vuelta en el palacio
seguiría en cuarentena, aislada de todos menos de Atticus. Pensar
en ello la entristeció, pero también sintió una punzada de esperanza.
Todavía se sentía furiosa. Se sentía traicionada, en parte.
Recordaba cómo Atticus le había asegurado que trataría de
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampirosHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...