Capitulo 6

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Después de que Atticus saliese corriendo como una bala para

escapar de Evelyn y evitar así hacer algo que ella no le perdonaría,

algo que destruyese los frágiles progresos que habían hecho, la

muchacha colgó su vestido en uno de los armarios. Luego se dirigió

al cuarto de baño que le había indicado él, se quitó la ropa interior y

se duchó.

Los chorros de agua caliente y celestial la libraron de todo el

maquillaje y los productos que la estilista le había aplicado en el

pelo. Era agradable refrescarse y deshacerse de todos esos

productos químicos.

Permaneció en la ducha más tiempo del necesario, para disfrutar

de las gotas de agua cayendo sobre su piel. Su cuerpo seguía un

poco trastornado por la caída desde la azotea.

«¡Menudo psicópata! ¿Qué clase de demente empujaría a

alguien de un edificio como ejercicio de confianza? A veces creo

que debe de ser bipolar o estar loco de remate», pensó.

Pero luego recordó la expresión de su cara siempre que

rememoraba el pasado. Se enternecía cuando lo oía decir que había

perdido demasiado en su vida.

«Casi tres mil años... Qué vida tan larga», pensó sintiéndose

culpable. Seguro que en todos esos años habría sufrido lo indecible.

Cuando Evelyn salió de la ducha, se vistió y volvió al dormitorio,

vio a Atticus tendido en la cama, sin camisa, con el pelo y el cuerpo

aún húmedos. Tenía la espalda apoyada en el cabecero de la cama

y los ojos cerrados, pero, por silenciosa que intentó ser, sabía que él

se percataría de su presencia.

—¿Por qué no te has secado? — le preguntó atusándole el pelo

con la toalla con la que ella había envuelto su melena.

—Quería volver rápido y asegurarme de que no intentabas

escaparte de la habitación — respondió Atticus sin abrir los ojos—.

Como te he dicho antes, en este hotel hay algunos huéspedes muy

peligrosos y poderosos. No quiero que deambules por ahí sola. No

sobrevivirías ni un minuto en los pasillos del Shangri-La.

—¡No seas tan dramático! —rio ella—. Ya estuve aquí y no me

pareció tan salvaje.

—Ya, pero esa vez todos los huéspedes estaban avisados de

que no podían atacar a nadie de tu familia o los castigaría con

severidad.

—De acuerdo. ¿Puedo irme a mi habitación? Podrías escoltarme

hasta ella.

—¿Por qué no vienes y te tumbas aquí conmigo? Deja que me

duerma contigo entre mis brazos hoy, Evie. ¿Es eso tanto pedir?

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora