Capitulo 58

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—¿Qué hacía él aquí? — fueron las primeras palabras de Evelyn en

tres días—. ¿Y por qué llevaba el uniforme de la guardia real? ¿Qué

le has hecho?

Los ojos de Atticus se entornaron al oír sus preguntas. Su

expresión de afecto pareció desaparecer de su rostro. La excitación

y la alegría se habían esfumado por completo.

—¿Qué insinúas, amor mío? — preguntó con cínica dulzura—.

¿Crees que tengo algo que ver con el hecho de que Ethan haya

perdido el interés por ti? — se burló con una risita. El sonido era

aterrador.

La luz sombría del cielo encapotado que entraba por la ventana

pareció oscurecerse también.

Evelyn se echó a temblar. De nuevo caminaba en terreno

pantanoso. Un paso en falso y el vasto océano de la ira incontenible

de Atticus se la tragaría entera de nuevo, convirtiéndola en el objeto

de sus tormentos. La intimidaba la manera en que se transformaba

de la criatura capaz de decirle las cosas más bonitas y dulces a

amenazarla en un abrir y cerrar de ojos.

Su mirada la penetraba, como si la desafiara a que se atreviera a

volver a hablar. Él era quien tenía todo poder allí, y lo sabía.

—Sí. —Evelyn habló decidida—. Eso es exactamente lo que he

querido insinuar.

Las comisuras de los labios de Atticus se elevaron en una

sonrisa torcida mientras se acercaba más a ella. La joven notó su

aliento frío en la piel a través de la tela casi translúcida de su

camisón de seda.

La mirada del vampiro descendió sin pudor hacia sus senos

apenas cubiertos, liberados del sujetador. Sonreía con suficiencia, y

Evelyn cogió uno de los almohadones de la cama para taparse el

pecho, haciendo de barrera entre su cuerpo y sus ojos.

—Quiero poseerte, Evie. — Le tocó el cuello—. Dicen que un

clavo quita otro clavo.

Ella hizo una mueca de asco. Su mirada lo decía todo. Estaba

harta. Se sentía asqueada. Era en momentos como ése cuando

dudaba de las promesas de amor y devoción de Atticus.

No tenía las fuerzas suficientes como para soportar el mismo

proceso de nuevo. El reciente y vívido sueño sobre Lucifer seguía

fresco en su mente, y aún le duraban la emoción y la esperanza que

éste le había proporcionado.

—¡¿Qué le has hecho?! — chilló.

No sonó solamente como un grito fruto de la ira y la frustración,

sino como un producto de su incipiente locura.

La chica que había proferido aquel punzante y desagradable

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora