El asiento de Evelyn estaba demasiado cerca del de Atticus, pero no
por voluntad propia. El rey tenía el brazo sobre el respaldo y de vez
en cuando su pulgar tocaba ligeramente el hombro de la joven.
Estaba tan cerca que ella podía percibir su perfume, que olía a mar,
casi tan magnífico como él.
Pese a las miradas cínicas de algunos de ellos, los amigos de
Atticus eran buena compañía. Eran cercanos en el sentido más
vulgar: no parecían respetar mucho el espacio personal. Se
comportaban de un modo muy diferente de lo que Evelyn había
anticipado, no como dioses egocéntricos ni mucho menos. Sí, claro,
eran arrogantes, tenían una opinión de sí mismos muy elevada y
eso se reflejaba en la forma en que se dirigían a los que no eran de
su misma condición, es decir, al resto del mundo que no
perteneciera a su exclusivo club. Pero entre ellos, y con otros que
no habían podido asistir a aquella cena, hablaban con el mayor
respeto y amor, coronados por algún que otro insulto y comentario
burlón, como en las mejores familias. Evelyn no estaba segura de si
se querían tanto como hacían ver o si eran muy buenos actores.
Esperaba que fuese lo primero.
El vino y la risa fluyeron sin parar aquella noche. Se sirvieron
delicatesen en platos que costaban una pequeña fortuna. Evelyn
miró alrededor de la mesa. Cada persona sentada a ella era tan rica
y poderosa como un rey o una reina. Eran la realeza vampírica, los
hombres y las mujeres más poderosos que la Tierra había conocido.
Juntos poseían más del 90 por ciento de la riqueza del planeta. Aun
así, todos se arrodillaban ante Atticus. Durante la velada, todos
habían prestado especial atención al hombre más importante de
entre todos. La mesa a la que estaban sentados era redonda, sin
cantos, para simbolizar la igualdad entre todos ellos, pero estaba
claro que Atticus era el cabeza. Cuando él hablaba, el resto callaban
y se enderezaban ligeramente en sus sillas para escucharlo,
observándolo con los ojos llenos de amor y respeto. Todos y cada
uno de aquellos vampiros eran devotos de Atticus. Él era su creador
y ellos lo sacrificarían todo por él sin dudarlo.
Atticus Nocturne Lamia nunca le había escondido su poder. Sin
embargo, hasta ahora Evelyn no había podido ver hasta dónde
alcanzaba éste. No era un simple rey, era un dios. El dios ante el
que los reyes y las reinas se arrodillaban. Su intensa mirada hizo
que le faltara la respiración. Notó una opresión en el pecho.
Un criado dejó una copa color rubí con el borde dorado junto a
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...