Si alguien le hubiese dicho a Evelyn que el rey de la Nación
Vampírica le daría un día un masaje en la espalda y el cuello no se
lo habría creído ni en un millón de años. Seguramente se habría
reído hasta desarrollar unos abdominales bien definidos.
—¿Lavanda o almendras dulces? — le preguntó Atticus mientras
le desabrochaba despacio y de forma seductora la cremallera del
vestido.
«En un momento estás cayendo desde un rascacielos y, al
siguiente, tienes a un rey masajeándote la espalda... Lo normal,
vamos», se dijo ella.
Estaba tumbada en la cama, boca abajo sobre las suaves
sábanas de seda y con los brazos algo temblorosos doblados bajo
la frente para apoyar la cabeza en ellos.
Se encontraba un poco nerviosa; se sentía vulnerable y como si
fuese el objeto de una broma cuando él le apartó el vestido para
dejarle al descubierto la espalda, el trasero y luego las piernas. Se lo
bajó hasta que la tela ya no tocaba su piel y estaba casi desnuda en
la cama.
«Dios... — Notó un escalofrío—. Por favor, no intentes
estrangularme en otro de tus ejercicios de confianza.»
Atticus no dijo nada.
—Oye, ¿me estás escuchando? — le preguntó ella.
—¡Si no has dicho nada! — respondió él riendo.
Evelyn notó cómo le tapaba la parte inferior del cuerpo con la
mullida colcha.
—Pensaba que podías leerme el pensamiento — dijo.
«Pensaba que no tenía escapatoria, que no podía librarme de ti
ni en mi mente.»
—Esta mañana no te he dado mucha sangre; tu cuerpo la está
absorbiendo poco a poco y se está deteriorando dentro de tus
células humanas. Cuando mis células se unen a las tuyas durante
demasiado tiempo, mi sangre pierde su magia. Uno es sólo igual de
bueno que sus compañeros, y eso es aplicable también a la sangre.
Evelyn estuvo a punto de echarse a reír al oírlo: hablaba de su
sangre como si fuese algún tipo de organismo. Pero el alivio y el
shock superaron a la diversión.
—Así que, ahora mismo, ¿no tienes acceso a mi mente? —
preguntó sonando demasiado contenta por ello. No pudo resistirse a
volverse un poco para mirarlo a la cara.
La mirada que él le dirigió no fue muy agradable; era su típica
mirada de eres-mía-y-de-nadie-más-y-soy-tu-rey-y-tu-superior-y-
puedo-darte-mi-sangre-a-la-fuerza-cuando-me-dé-la-gana.
—No olvides nunca con quién estás — dijo con severidad en lo
que casi parecía una amenaza. Colocó su mano sobre la colcha, a
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...