Capitulo 36

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—¿Quieres casarte conmigo? — preguntó Atticus, y sus ojos

oscuros miraron intensamente los de Evelyn.

Su respiración era entrecortada, con el pecho inflándose y

contrayéndose con más rapidez de la habitual. Ella casi pudo ver el

fuerte músculo del centro de su torso latiendo con fuerza.

Atticus le presentó la cajita roja y la abrió. El interior estaba

forrado de seda de color azul oscuro y éste brilló bajo las cuatro

lámparas exquisitas de cristal ahumado que había en las esquinas

del cuarto de baño.

«Se me está declarando — pensó Evelyn—. En la bañera..., y

estamos desnudos... ¡Joder!»

El poco convencional, e increíblemente poco romántico también,

método escogido por Atticus no la sorprendió tanto como debería

haberlo hecho. Después de todo, ambos formaban una pareja poco

convencional e increíblemente poco romántica. Aun así, eso no

quitaba que se sintiera abrumada ante aquel inesperado gesto de

declaración de amor.

La joven observó el inmenso diamante de color azul claro

engastado en un fino anillo de plata, con una banda de pequeños

diamantes incrustados. La alianza era sencilla, pero también

extravagante y glamurosa. La piedra le recordó al océano, tan claro,

tan puro y tan... bello.

—¿Es un diamante? — preguntó.

Atticus asintió.

—Es el diamante azul natural más grande jamás extraído —

afirmó. Le tocó el cuello con la mano y la fue bajando hacia el pecho

de la chica. Se detuvo cuando notó que a ella se le cortaba la

respiración—. Me recuerda a ti. A tus ojos, a tu inocencia, a tu

capacidad de soportar la presión y el dolor. Desearte como te deseo

tendría que estar prohibido. Soy imperfecto, lo sé. A menudo me

odio a mí mismo por haberme convertido en el monstruo en el que

me he convertido desde que te conozco, desde que me has

mostrado lo erróneo de mi comportamiento. Antes de ti, vivía

inmerso en mi propio ego, pensaba sólo en mi propio placer, en mi

corrupto y desolado corazón. No te merezco, pero si me das una

oportunidad y me concedes el honor de darme tu mano, te prometo

que me pasaré toda la eternidad intentando merecerte.

Dio un paso más para acercarse a su aterrorizado amor, que

temblaba de la cabeza a los pies. Los ojos de Evelyn iban de Atticus

al anillo, del anillo a Atticus, y luego de vuelta al anillo. La mano del

rey subió por su cuello y se posó en su palpitante yugular.

—Yo, yo... — tartamudeó ella. Se había quedado sin habla.

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora