—¿Has terminado? — gruñó Atticus después de lanzarle el jarrón.
Oyó romperse los huesos de Ethan cuando el ornamento de
metal precioso colisionó contra su pie. Le temblaban las manos a
causa de todo el alcohol que corría por sus venas, y estaba
haciendo lo posible por mantener a raya la bestia que llevaba
dentro. Pero si Ethan seguía con sus provocaciones, Atticus estaba
seguro de que aquel encuentro acabaría con el cuerpo del chico frío
y sin vida.
La fuerza invisible alrededor del cuello del humano desapareció.
—No... — susurró.
Como el vampiro había esperado, el cuerpo de Redfern sanaba
muy deprisa. Lo escaneó de arriba abajo.
—No tendrás relación con la rama de hombres lobo de tu familia,
¿no?
Ethan negó con la cabeza. Su espalda se erguía a medida que
las células de su cuerpo se regeneraban y sanaban los huesos rotos
y la carne amoratada.
—Así que, ¿no eres más que un simple vampiro? — rio Atticus.
—No soy un vampiro.
—Entonces eres como Venecia y como yo, un ser inmortal con
agilidad, fuerza y velocidad sobrehumanas. — Atticus puso los ojos
en blanco—. No eres nada del otro mundo, chaval.
—Soy como tú — replicó Ethan despacio—. ¿No te da un poco
de miedo pensar lo que soy capaz de hacer?
—Ningún hombre será nunca tan poderoso como yo. Si
supusieras una amenaza a mi reino sobre la Tierra, la Oscuridad ya
estaría intentando adueñarse de tu mente. — Atticus exhaló hondo
—. No hay ninguna criatura en el universo más poderosa que yo. De
lo contrario, ahora mismo ya serían desafortunadas víctimas de la
Oscuridad.
—Tu ego te hará caer algún día.
El rey sonrió.
—Mi ego no me hará caer. Esa perra de Evelyn me hará caer.
Ethan apretó la mandíbula. No le gustaba la forma que Atticus
tenía de referirse a Evelyn.
—¿A qué has venido? — preguntó este último al ver que el
muchacho no decía nada—. Nadie es tan idiota como para venir a
verme voluntariamente, provocarme y chillarme, ni siquiera tú. Dime
por qué estás aquí, Redfern.
Ethan cogió el jarrón de oro del suelo y lo colocó en la mesilla de
café que había entre ambos.
—¿Dónde está el whisky que habías pedido?
Atticus se encogió de hombros mientras se frotaba las sienes.
Un poco de alcohol no le iría mal en esos momentos. Su boca
comenzó a salivar al pensar en el licor concentrado, capaz de
tumbar a un caballo.
—¿Por qué estás aquí? — preguntó de nuevo.
—Para tomarme una copita contigo y hacerme amigo tuyo —
respondió Ethan con sarcasmo mientras se levantaba la camisa
para inspeccionar su costilla.
Pasó un dedo por la carne totalmente lisa. Los huesos volvían a
estar en su sitio y la piel amoratada adquiría su color habitual.
Encogió los dedos de los pies y se dio cuenta de que estaban de
nuevo intactos.
«Qué infantil... — pensó—, tirar cosas por los aires como un niño
de cinco años.»
—No tiene gracia — dijo Atticus. Tenía los ojos cerrados y seguía
masajeándose las sienes.
El efecto del alcohol iba disminuyendo a cada segundo que
pasaba, y podía oír los rugidos de la Oscuridad de nuevo, pidiéndole
que hiciera cosas espantosas a la mujer que amaba.
«Cierra el pico.»
—¿Lo sabe Evelyn? — preguntó Ethan.
—¿Si sabe el qué?
—Lo del bebé. ¿Sabe Evelyn que está embarazada?
Los ojos de Atticus se abrieron de golpe.
—¿Cómo lo sabes tú?
Ethan se señaló la oreja con el dedo y tragó saliva nervioso.
—Puedo oír los latidos de su corazón.
Los labios de Atticus formaban una fina línea.
—No lo sabe y nunca lo sabrá.
Los labios de Ethan se fruncieron en una mueca de odio.
—Quieres matarlo, ¿no es eso? ¡Matas a mi hijo porque no
soportas que existan pruebas del amor entre Evelyn y yo!
Atticus se quedó mirando a Ethan con cara de «qué estás
diciendo» unos segundos antes de procesar a lo que se refería.
Abrió la boca, pero de ella no salió sonido alguno. Repitió el mismo
proceso de nuevo y finalmente se echó a reír.
Era una risa genuina. La boca se le abría de par en par y los ojos
le lloraban ante la situación, que le parecía de lo más hilarante.
—Oh, no... No puede ser... — No conseguía formar una frase
entre cada ataque de risa histérica—. Eres... ¡eres tan estúpido
como un cerdo! — Siguió riendo a carcajadas con el cuerpo inclinado
hacia delante. Los músculos de su torso se movían al ritmo de los
espasmos—. Cielos..., ¿de verdad crees que el niño es tuyo?
Los ojos de Ethan se abrieron como platos.
—No... no es posible. Los vampiros no pueden tener hijos. ¡El
bebé que crece dentro de Evelyn es mío!
La risa de Atticus se fue apagando y él se retrepó en su asiento,
pero la sonrisa de suficiencia no abandonó su rostro.
—No, claro que no, los vampiros no pueden tener hijos. Pero yo
soy uno de los Siete. Soy una clase de vampiro muy especial.
—¿Qué? ¿Qué... qué estás... intentando decirme?
—Que el niño es mío, pedazo de idiota. Evelyn está esperando
un hijo mío.
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampiriHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...