En condiciones normales, a Samuel no le habría importado ver a
alguien siendo apaleado, robado o amenazado. Si no conocía ni a la
víctima ni al verdugo, si de todos modos no lo iba a beneficiar en
nada meterse en el meollo, ¿para qué molestarse?
No tenía por qué inmiscuirse en una situación así. Era algo que
había aprendido a lo largo de los difíciles años que había vivido
como humano. Esa forma de pensar lo había convertido en un tipo
duro y lo había ayudado a sobrevivir, pero también lo había vuelto
egoísta, insensible y despiadado.
La lista de gente que le importaba era muy corta, y en el número
uno de la misma estaba Kainsius, su creador. Podía ser que Aspen
estuviese en ella, pero también podía ser que no.
Así que, cuando vio a uno de los guardias de seguridad pegar a
una chica, al principio no hizo otra cosa más que reír y pensar en el
ingente número de mujeres que intentaban acceder al Royal Lilac
para acostarse con uno de sus ilustres habitantes.
«Asquerosos humanos, siempre intentando encontrar una salida
fácil», pensó Samuel para sí, pese a que hacía unos pocos cientos
de años él también había sido uno de aquellos «asquerosos
humanos». Si no hubiera sido por Kainsius, Samuel habría sufrido
los mismos prejuicios en la jerarquía del siglo XXV, y la suya habría
sido una vida breve y miserable.
—¡Esto es lo que os merecéis la escoria como tú! — le gritó el
bruto a la chica, caída en el suelo, su cuerpo humano intentando
reaccionar ante el impacto del puñetazo—. ¡Basura! ¡Eso es lo que
sois! ¡Basura y nada más! ¡Tendrían que encerraros en jaulas a
todos y cada uno! ¡Jodidos imbéciles!
Samuel no prestó mucha atención a la muchacha y al guardia, y
habría proseguido su marcha de no ser porque notó un objeto
metálico bajo la suela del zapato cuando estaba subiendo los
escalones de entrada.
No supo qué lo hizo detenerse y mirar brevemente el objeto que
había pisado. Pero unas horas más tarde desearía no haberlo
hecho.
«AL.» Reconoció el colgante de inmediato: era el sello del rey.
Las iniciales de Atticus. No tuvo ni que agacharse a tocarlo para
saber que se trataba del original y no una de aquellas copias
metálicas baratas que vendían en la calle. La artesanía de calidad
era algo que podía detectar a la legua.
Fuese una bendición o una maldición, su capacidad para poder
valorar un objeto a simple vista era una de las cosas que le habían
permitido ganarse la vida como huérfano en las calles de Utopía
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...