Capitulo 34

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En el mismo momento en que Atticus vio el cuerpo desnudo de

Evelyn bajo la espuma y los pétalos de flores, que apenas cubrían

su piel, notó chispas de deseo invadir todo su ser. Las chispas

pronto se convertirían en llamas desesperadas, y esas llamas serían

el catalizador que probablemente haría que Atticus llevara a cabo

actos diabólicos de los que se arrepentiría a la mañana siguiente.

«Compórtate», se exigió. Se puso a pensar en cosas poco

atractivas, cosas que lo repugnaran. Quería apartar la vista de ella,

pero no podía. Se le hacía la boca agua al contemplar la imagen

que tenía delante. Estaba totalmente cautivado, el corazón le latía

con fuerza en el pecho y la entrepierna le ardía.

«No le hagas daño — se dijo—. Por el amor de Dios, ¡no te

atrevas a hacerle daño!»

Sabía que lo mejor que podía hacer en aquellas circunstancias

era marcharse y dejar a Evelyn en paz. Podría encontrar con

facilidad a cualquiera para saciar el apetito sexual que hacía que la

cabeza le diera vueltas y le temblaran las rodillas. Debería haberse

ido, pero no lo hizo...

Miró las curvas que ascendían y descendían formando sus

deliciosos y cremosos pechos y sus adorables pezones rosados. No

deseaba otra cosa más que acariciarlos con los labios, con la

lengua...

Quería a Evelyn, quería sus piernas alrededor de su cintura y

que ella le clavara las uñas en la espalda.

«Atticus, para», se ordenó. Intentó apartar esas fantasías de su

mente, pero no lo consiguió. Si su cuerpo no conseguía saciar su

sed con el cuerpo de ella, entonces no había nada de malo con

fantasear al menos, ¿no?

Se relamió. Quería cruzar la estancia, sacarla del agua y hacerla

suya sobre el suelo de baldosas hasta que ella se corriera una y otra

vez en su polla. Quería sentir su cuerpo temblar y tener

convulsiones de puro placer. Quería oír a Evelyn gritar su nombre,

que lo besara con desespero. Quería penetrarla, forzarla, montarla

con tanta violencia que olvidara su propio nombre y se diera cuenta

de que él era su único mundo... «¡BASTA!», se gritó mentalmente.

Por un momento perdió el equilibrio: toda su sangre se estaba

concentrando en una parte de su anatomía en la que sería mejor

que no se concentrara.

—Evelyn... — murmuró.

El corazón le latía con fuerza, estaba terriblemente excitado y

necesitaba aliviarse. Alargó la mano y se apoyó en el marco de la

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora