Capitulo 80

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Hansel lo supo casi de inmediato.

«Romeo.»

El recuerdo era lejano y se habría quedado en el fondo de su

mente, acumulando polvo, si no hubiera sido porque era el mismo

recuerdo que no paraba de revisitar una y otra vez para torturarse

desde el momento en que se había dado cuenta de que sentía algo

por Evelyn que iba más allá del amor puramente platónico.

Rememoraba aquello como un castigo, como un recordatorio de

lo mucho que Evelyn le importaba a Atticus.

Había herido a su amigo y ahora quería sufrir por ello, como si

estar encerrado en aquel infierno sin luz e infestado de ratas no

fuese suficiente. Día tras día tras día de latigazos hasta ser

convertido en picadillo, para luego permanecer colgado hasta que

se curara y vuelta a empezar. Aun así, Hansel quería más. Daba la

bienvenida al dolor con los brazos abiertos, lo deseaba, porque

sabía que, por mucho daño que le hicieran, nunca sentiría el dolor

que Atticus había sentido al darse cuenta de que Evelyn se había

enamorado de su mejor amigo.

El recuerdo era claro, como si acabara de suceder, la expresión

en el rostro de Atticus y el tono tan dulce en el que había dicho: «Si

vuelvo a enamorarme y tengo otro hijo, lo llamaré Romeo». Eso era

lo que Atticus había dicho, a nadie en particular, en la oscuridad de

aquel teatro.

Hansel estaba seguro de que no se había dado cuenta de que lo

había pronunciado en voz alta. A lo mejor el destino había jugado a

un enfermizo juego con él. A lo mejor Hansel tenía que oír aquellas

palabras para que siglos más tarde, cuando ya no llevaban

sombrero de copa y los días de bailes en el Londres de la alta

sociedad se hubieran terminado, entendiera su impacto y deseara la

muerte.

Romeo. Atticus nunca había dicho nada más al respecto de por

qué quería ponerle ese nombre a su hijo. Y ahora, cuando estaba

acurrucado como un bebé, con las rodillas contra el pecho, no

parecía el mejor momento para preguntárselo. Hansel nunca lo

había visto tan devastado. Era como si tuviera un cuchillo

atravesándole el corazón. No uno, sino millones de ellos. No había

palabras para describir el dolor de todas aquellas cuchillas cortando

su corazón en pedazos. No parecía haber suficiente aire en la celda

para sus pulmones, para su cuerpo.

Fue dándose cuenta poco a poco de lo que su amigo había

querido decir. Sintió su dolor y se odió todavía más, porque la

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora