Capitulo 49

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—¡Mientes! — gritó Ethan antes de que Atticus hubiese acabado de

hablar—. ¡Los vampiros no podéis tener hijos!

El monarca puso los ojos en blanco y el chico notó el miedo

acumulándose en la boca de su estómago. «Está mintiendo, está

intentando jugar conmigo. Los vampiros no pueden tener hijos...» Al

sospechar por primera vez que Evelyn estaba embarazada tres días

antes, cuando él y Hansel la habían visto en la habitación con

Atticus, Ethan no acababa de creérselo.

Cuando oyó los tenues latidos del corazón que crecía dentro de

la joven, sin que ella lo supiera, pensó que quizá su mente se la

estuviera jugando o que quizá fuera uno de los efectos secundarios

de la bendición de lady Venecia. Necesitaba ver a esta última

desesperadamente para que le explicase qué le había hecho, pero

dudaba que pudiera ir a Australia en breve para que ella le

desvelase el misterio. Aparte de ser consciente de que le había

concedido poderes, no sabía mucho más.

No tenía ni idea de lo que le había hecho exactamente. No era

un vampiro: no tenía ganas de beber sangre humana. No era un

hombre lobo: no tenía garras, ni pelaje, ni las orejas puntiagudas ni

los dientes afilados como cuchillas. Tampoco era una bruja: no era

capaz de usar la magia. Pero lo que sí tenía claro es que ya no era

un simple humano: ninguno sería capaz de curarse tan rápido. Las

probabilidades de lo que le había hecho Venecia y sus motivos

resultaban inexplicables, y cuando pensaba demasiado en ellos, le

daban miedo.

Pero cuando cayó en la cuenta de que Evelyn esperaba un bebé

y que seguramente debía de ser suyo, Ethan creyó comprender el

misterioso plan de Venecia. Pensó que el motivo por el que lo había

hecho como era había sido crear un nuevo ser que pudiera derrocar

a Atticus. Era un poco aventurado, pero lo reconfortaba. «¡No lo

creas! ¡Miente! ¡Los vampiros no pueden tener hijos!», repetía una

voz en su cabeza como si, repitiéndolo lo suficiente, fuera a

convertirse en verdad.

Ethan se había quedado angustiado y descompuesto tras oír a

Atticus. Y, a juzgar por la expresión satisfecha de éste, el muchacho

entendió que el rey se había percatado de ello.

—Redfern, recuerda que soy uno de los Siete — repitió riendo—.

Dices que mi poder te parece ya un tanto pesado, pero no tienes ni

la más remota idea. Sé que crees que sabes de qué soy capaz, pero

a ver si lo entiendes de una vez: mi poder va mucho más allá de tu

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora