—¡Mientes! — gritó Ethan antes de que Atticus hubiese acabado de
hablar—. ¡Los vampiros no podéis tener hijos!
El monarca puso los ojos en blanco y el chico notó el miedo
acumulándose en la boca de su estómago. «Está mintiendo, está
intentando jugar conmigo. Los vampiros no pueden tener hijos...» Al
sospechar por primera vez que Evelyn estaba embarazada tres días
antes, cuando él y Hansel la habían visto en la habitación con
Atticus, Ethan no acababa de creérselo.
Cuando oyó los tenues latidos del corazón que crecía dentro de
la joven, sin que ella lo supiera, pensó que quizá su mente se la
estuviera jugando o que quizá fuera uno de los efectos secundarios
de la bendición de lady Venecia. Necesitaba ver a esta última
desesperadamente para que le explicase qué le había hecho, pero
dudaba que pudiera ir a Australia en breve para que ella le
desvelase el misterio. Aparte de ser consciente de que le había
concedido poderes, no sabía mucho más.
No tenía ni idea de lo que le había hecho exactamente. No era
un vampiro: no tenía ganas de beber sangre humana. No era un
hombre lobo: no tenía garras, ni pelaje, ni las orejas puntiagudas ni
los dientes afilados como cuchillas. Tampoco era una bruja: no era
capaz de usar la magia. Pero lo que sí tenía claro es que ya no era
un simple humano: ninguno sería capaz de curarse tan rápido. Las
probabilidades de lo que le había hecho Venecia y sus motivos
resultaban inexplicables, y cuando pensaba demasiado en ellos, le
daban miedo.
Pero cuando cayó en la cuenta de que Evelyn esperaba un bebé
y que seguramente debía de ser suyo, Ethan creyó comprender el
misterioso plan de Venecia. Pensó que el motivo por el que lo había
hecho como era había sido crear un nuevo ser que pudiera derrocar
a Atticus. Era un poco aventurado, pero lo reconfortaba. «¡No lo
creas! ¡Miente! ¡Los vampiros no pueden tener hijos!», repetía una
voz en su cabeza como si, repitiéndolo lo suficiente, fuera a
convertirse en verdad.
Ethan se había quedado angustiado y descompuesto tras oír a
Atticus. Y, a juzgar por la expresión satisfecha de éste, el muchacho
entendió que el rey se había percatado de ello.
—Redfern, recuerda que soy uno de los Siete — repitió riendo—.
Dices que mi poder te parece ya un tanto pesado, pero no tienes ni
la más remota idea. Sé que crees que sabes de qué soy capaz, pero
a ver si lo entiendes de una vez: mi poder va mucho más allá de tu
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...