Cuando las puertas del ascensor se abrieron, apareció ante Samuel
y Evelyn un espacio de altas paredes color crema. El relativamente
pequeño vestíbulo estaba poco decorado, con tan sólo dos
taburetes y dos macetas de rosas marchitas puntuando la elegancia
minimalista de la estancia. Las macetas estaban colocadas sobre
los taburetes, y cada taburete se hallaba a un costado de una puerta
doble de dos paneles de un material negro y reluciente.
—El apartamento de Hansel — anunció Samuel con los brazos
extendidos, de espaldas a Evelyn y con la pistola todavía
apuntándolo, como si le estuviese presentando una especie de
escena majestuosa—. Mi querida princesa, ahora que ya he hecho
realidad tus jodidos deseos, creo que va siendo hora de que dejes
en paz a tu hada madrina. Puede que tenga que conceder algún que
otro deseo a otras personas hoy. ¿Podrías bajar el arma ya?
Evelyn ignoró sus comentarios sarcásticos.
—Abre la puerta — le ordenó.
—¿Por qué iba a hacer eso? — siseó Samuel. Se estaba
cabreando cada vez más.
Evelyn tenía el arma contra él, a bocajarro. Mentiría si dijese que
notar la pistola en la mano y ver a alguien obedecerlo no le estaba
gustando. Era excitante, como poco. Y era agradable, para variar,
no tener que ser la víctima entre seres superiores que no tenían en
consideración su bienestar ni sus deseos.
Jamás habría imaginado que algún día sostendría una pistola y
amenazaría a alguien con ella. La escena había sorprendido tanto a
Samuel como a Evelyn, que ignoraba que fuera capaz.
Empezaba a dolerle el brazo de sostener el arma tanto rato, pero
resistió la tentación de relajarlo. En su lugar, siguió manteniendo la
pistola en alto contra la espalda de él.
—Estás jugando con fuego, y nunca mejor dicho — le advirtió
Samuel—. El hecho de que hayas tenido a ese tirano entre las
piernas unas cuantas veces no te convierte en nada más que lo que
eres: una patética chica humana. En este juego de ajedrez, no eres
más que un peón. No, ni siquiera eso: eres una mota de polvo sin
poder ni influencias. Eres algo que Atticus mantiene a su lado para
distraerse.
—¿De qué demonios hablas? — le preguntó ella confundida. ¿A
qué juego de ajedrez se refería?
—¿Ves? No sabes nada de nada. Para que veas lo mucho que
Atticus confía en ti. — Samuel soltó una carcajada—. Y pensar que
Kainsius creyó que eras especial, más que una inútil humana — rio
de nuevo—. ¡Kainsius pensó que tenías el mismo poder que Atticus!
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...