Capitulo 17

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Cuando las puertas del ascensor se abrieron, apareció ante Samuel

y Evelyn un espacio de altas paredes color crema. El relativamente

pequeño vestíbulo estaba poco decorado, con tan sólo dos

taburetes y dos macetas de rosas marchitas puntuando la elegancia

minimalista de la estancia. Las macetas estaban colocadas sobre

los taburetes, y cada taburete se hallaba a un costado de una puerta

doble de dos paneles de un material negro y reluciente.

—El apartamento de Hansel — anunció Samuel con los brazos

extendidos, de espaldas a Evelyn y con la pistola todavía

apuntándolo, como si le estuviese presentando una especie de

escena majestuosa—. Mi querida princesa, ahora que ya he hecho

realidad tus jodidos deseos, creo que va siendo hora de que dejes

en paz a tu hada madrina. Puede que tenga que conceder algún que

otro deseo a otras personas hoy. ¿Podrías bajar el arma ya?

Evelyn ignoró sus comentarios sarcásticos.

—Abre la puerta — le ordenó.

—¿Por qué iba a hacer eso? — siseó Samuel. Se estaba

cabreando cada vez más.

Evelyn tenía el arma contra él, a bocajarro. Mentiría si dijese que

notar la pistola en la mano y ver a alguien obedecerlo no le estaba

gustando. Era excitante, como poco. Y era agradable, para variar,

no tener que ser la víctima entre seres superiores que no tenían en

consideración su bienestar ni sus deseos.

Jamás habría imaginado que algún día sostendría una pistola y

amenazaría a alguien con ella. La escena había sorprendido tanto a

Samuel como a Evelyn, que ignoraba que fuera capaz.

Empezaba a dolerle el brazo de sostener el arma tanto rato, pero

resistió la tentación de relajarlo. En su lugar, siguió manteniendo la

pistola en alto contra la espalda de él.

—Estás jugando con fuego, y nunca mejor dicho — le advirtió

Samuel—. El hecho de que hayas tenido a ese tirano entre las

piernas unas cuantas veces no te convierte en nada más que lo que

eres: una patética chica humana. En este juego de ajedrez, no eres

más que un peón. No, ni siquiera eso: eres una mota de polvo sin

poder ni influencias. Eres algo que Atticus mantiene a su lado para

distraerse.

—¿De qué demonios hablas? — le preguntó ella confundida. ¿A

qué juego de ajedrez se refería?

—¿Ves? No sabes nada de nada. Para que veas lo mucho que

Atticus confía en ti. — Samuel soltó una carcajada—. Y pensar que

Kainsius creyó que eras especial, más que una inútil humana — rio

de nuevo—. ¡Kainsius pensó que tenías el mismo poder que Atticus!

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora