Capitulo 22

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Había pocas cosas en el mundo con las que Atticus disfrutara más

que matar y vengarse de gente que lo merecía.

Le encantaba la visión y el aroma de la sangre fresca en el aire,

tanto de humanos como de vampiros, descendiendo por sus dedos.

Le encantaba oír a sus víctimas suplicarle clemencia, oír sus últimos

gritos de dolor antes de que los enviase al infierno. Oh, sí, a Atticus

lo volvía loco una buena carnicería, y en tres mil años había tenido

mucho tiempo para perfeccionar el arte del asesinato.

Aparte del sexo, matar era su manera favorita de librarse del

estrés.

Los guardias de seguridad del Royal Lilac no reconocieron al

apuesto rey cuando éste bajó de su Maserati y se acercó a los

cuatro vampiros que un rato antes se habían reído de su chica y la

habían humillado.

Atticus tenía los puños apretados a los costados. Sabía muy bien

quién de ellos le había puesto las manos encima a Evelyn y cuáles

se habían limitado a quedarse mirando y disfrutar del dolor de la

chica. Quería llevárselos a los cuatro al palacio, arrancarles la ropa,

colgarlos del techo de una de las cámaras de tortura por los pies

como los cuatro cerdos gordos que eran y hacer que les dieran de

latigazos varias veces al día hasta el fin de los tiempos. Sí, al rey le

habría gustado muchísimo eso. Pero, por suerte para los cuatro

vigilantes, en ese momento necesitaba un chute rápido de

adrenalina, así que sus muertes llegarían más temprano que tarde.

Antes de que éstos tuvieran tiempo de procesar lo que ocurría,

antes de que ninguno pudiera reaccionar o gritar, dos cuerpos sin

vida se desplomaron sobre el suelo frío y duro, y uno de los dos que

estaban en lo alto de los escalones de entrada cayó rodando.

Atticus dejó para el último, a propósito, el que le había hecho más

daño a Evelyn.

Ninguno de ellos gritó y tampoco ninguno vio aparecer al

atractivo hombre en vaqueros negros y americana. Atticus era muy

rápido. Acabó con las vidas de los tres vampiros en un instante

porque no eran prioritarios. Tampoco era su preocupación principal

el hombre que le había pegado a Evelyn. Su máxima prioridad

estaba unos cuantos pisos más arriba.

—Hola.

Atticus le dedicó al guardia que se había atrevido a golpear a

Evelyn una amplia sonrisa.

Arrojó, uno por uno, los corazones de los otros tres al suelo. Los

órganos golpearon la superficie de hormigón con tres ligeros «bum»,

Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora