Había pocas cosas en el mundo con las que Atticus disfrutara más
que matar y vengarse de gente que lo merecía.
Le encantaba la visión y el aroma de la sangre fresca en el aire,
tanto de humanos como de vampiros, descendiendo por sus dedos.
Le encantaba oír a sus víctimas suplicarle clemencia, oír sus últimos
gritos de dolor antes de que los enviase al infierno. Oh, sí, a Atticus
lo volvía loco una buena carnicería, y en tres mil años había tenido
mucho tiempo para perfeccionar el arte del asesinato.
Aparte del sexo, matar era su manera favorita de librarse del
estrés.
Los guardias de seguridad del Royal Lilac no reconocieron al
apuesto rey cuando éste bajó de su Maserati y se acercó a los
cuatro vampiros que un rato antes se habían reído de su chica y la
habían humillado.
Atticus tenía los puños apretados a los costados. Sabía muy bien
quién de ellos le había puesto las manos encima a Evelyn y cuáles
se habían limitado a quedarse mirando y disfrutar del dolor de la
chica. Quería llevárselos a los cuatro al palacio, arrancarles la ropa,
colgarlos del techo de una de las cámaras de tortura por los pies
como los cuatro cerdos gordos que eran y hacer que les dieran de
latigazos varias veces al día hasta el fin de los tiempos. Sí, al rey le
habría gustado muchísimo eso. Pero, por suerte para los cuatro
vigilantes, en ese momento necesitaba un chute rápido de
adrenalina, así que sus muertes llegarían más temprano que tarde.
Antes de que éstos tuvieran tiempo de procesar lo que ocurría,
antes de que ninguno pudiera reaccionar o gritar, dos cuerpos sin
vida se desplomaron sobre el suelo frío y duro, y uno de los dos que
estaban en lo alto de los escalones de entrada cayó rodando.
Atticus dejó para el último, a propósito, el que le había hecho más
daño a Evelyn.
Ninguno de ellos gritó y tampoco ninguno vio aparecer al
atractivo hombre en vaqueros negros y americana. Atticus era muy
rápido. Acabó con las vidas de los tres vampiros en un instante
porque no eran prioritarios. Tampoco era su preocupación principal
el hombre que le había pegado a Evelyn. Su máxima prioridad
estaba unos cuantos pisos más arriba.
—Hola.
Atticus le dedicó al guardia que se había atrevido a golpear a
Evelyn una amplia sonrisa.
Arrojó, uno por uno, los corazones de los otros tres al suelo. Los
órganos golpearon la superficie de hormigón con tres ligeros «bum»,
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Un Amor Oscuro Y Peligroso - Almas Eternas
VampireHay dos Atticus: el monstruo poseído por la Oscuridad, que le utiliza como puerta de entrada para destruir el mundo, y el vampiro que lucha contra las fuerzas malignas para recuperar su alma. Evelyn sabe que para recuperar su libertad y salvar el mu...