Hage Diederich XXI

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— Si quiero puedo matarte ¿lo sabes? — pregunto con una sonrisa la mujer de negro al hombre rubio.

— Lo sé.

— Me pregunto si tu noviecita sabe con quien te codeas, Julius.

Julius Gardener un empresario de Licor miraba a Pettra con fastidio mientras ambos tomaban té negro ne la terraza de su casa.

— No es mi novia y no lo sabe, tampoco se lo digas, me importa que no se entere.

Pettra rio mientras sacaba de su cazadora negra un sobre.

— Es divertido como las cosas no cambian, tú sigues siendo un chico malo y ella una niña de casa.

Julius lo acepto, era cierto, siempre había sido cierto. Poso su mirada en el sobre plateado y alzó una ceja en dirección a la francesa.

— ¿Iras como invitada?

— Sorprendentemente si. Pero sabes... — saboreo cada palabra en sus labios antes de emitirlas — esa familia tiene un centro parecido al tuyo pero con tintes más oscuros y putrefacción.

Julius tomó seriedad y las palabras de Pettra le hicieron prestarle atención.

— ¿A que te refieres? Los Kingston son una familia muy buena, nunca han tenido escándalos, siempre han tenido una imagen impecable y hasta donde se las familias interinas no sufren de problemas parentales como las de aquí en Reino Unido. — mencionó seguro

Pettra lo observó con diversión y emitió una carcajada real.

— Recuerda, Julius. Los peligros mortales no son aquellos que se encuentran a la vista de todos, porque si algo es más peligroso que el silencio, son los secretos y esos guardan los peligros que no se mantienen a la vista.

La conversación había puesto denso el ambiente y en su interior Julius deseaba que ellos no fueran así, aún tenía la ingenua esperanza de que existiera en el mundo algo puro.

— ¿Iras cómo invitada o cómo mi seguridad? — pregunto cortando el hilo de la conversación.

Pettra sonrió de lado y luego a propósito suspiro ruidosamente.

— Iré como tú seguridad, si te mueres es mi fin — exclamó y él asintió.

Alder Kingston, hijo menor de Reginald Kingston, tenía ante el a una jovencita hermosa, de cabello castaño y ojos verdes, piel ligeramente oliva y ojos almendrados que poseian una mirada penetrante.

— Tu madre... ¿Donde está?

La chica tenía la mirada desolada.

— Sé fue con mi profesor de matemáticas hace 4 meses, me envió eso — señaló la carta que Alder tenía — ella no regresara y me dijo, como puede ver, que yo lo buscara, al parecer usted no se cuido cuando se metió con mi madre cuando era prostituta.

Alder tomó bocanadas de aire y se pasó las manos por el cabello rojizo con alguna que otra cana.

— Si eres mi hija...entonces tendré que confirmarlo con una prueba.

Ella se encogió de hombros, no estaba interesada realmente
Tal vez su madre quería hacerle pasar un mal rato a ese hombre usándola a ella, pero nada perdía si resultaba ser cierto lo que en la carta le decia, al fin y al cabo podía seguir trabajando de niñera para pagar el alquiler y haciendo trabajos de investigación para sus compañeros para pagar la escuela.

Porque los Kingston siempre metían la pata y siempre tenían secretos.

ENFERMO +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora