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Estoy cansada, estoy agotada y cargar otro peso es demasiado para mi.

Estoy sucia, golpeada y tengo la ropa rasgada, camino sin rumbo y le pido al Señor que me ayude ha llegar a casa. El cuerpo de Dago pesa mucho, a pesar de que lo arrastro siento que mis brazos no pueden más, he caminado por horas y horas.

Mis piernas flaquean y caigo lastimandome las palmas de las manos.

— Dago... Dago — muevo a mi primo y este no despierta. Me acerco a él y noto que respira con dificultad.

Me acerco para tocarle el rostro y noto la sangre de mis manos, producto de la caída. Me acomodo a lado de Dago y lo abrazo mientras mis lágrimas surgen sin parar.

Toda mi vida creí que esta era dura, que trabajar doble turno y estudiar era duro, que vivir solo con mi madre era duro. No saben cómo me arrepiento de haber injuriado diciendo eso. Todo lo que pasó, lo que esta pasando es mi culpa, es mi maldita culpa.

Lloro con fuerza al recordar lo que he pasado y todo lo que cargare a partir de ahora.

Si tan solo no hubiera aceptado... ¡No! Si tan solo no hubiera muerto mi madre, nada de esto hubiese ocurrido.

La noche llegará en cualquier instante y Dago tiene fiebre, no se le ha bajado desde que lo noté.

— Ro... — su voz me saca de mis lamentos patéticos

—Necesito que aguantes... Dago necesito que no te mueras ¿si?
— mi voz se quiebra al pronunciar la palabra que deriva de muerte — Tienes que ser fuerte... Por favor... Odiame, pero vive.

Él intenta abrir los ojos pero no lo consigue y eso me hace sentir miserable. Su mano toca mi mejilla.

—Ro... dile a Di que no es su culpa... y no es culpa tuya tampoco — sollozos escapan de mi sin poder retenerlos — Te quiero Rossetta...

Baja la mano. Toma una bocanada de aire y abre los ojos.

— La culpa es de... Él

No pronuncia su nombre, pero incluso solo con hacerle referencia mis marcas arden, mi cuerpo se estremece preso del miedo y el deseo.

Soy mezquina, merezco morir por eso.

— Descansa — uno mi frente con la suya y respiro su aroma: sudor, tierra, sangre y orín.

Mi olor tampoco es agradable, tengo fluidos corporales en mi entre pierna, la sangre, la tierra y el sudor me cubren de cabeza a pies. Me levanto lo que aún queda de mi camisa e inspecciono mi torso, tengo mordidas en mi cintura, marcas de dedos en mis caderas y pechos, noto la sangre seca en uno de mis pezones y reprimió las ganas de gritar de la impotencia. Me pregunto si mi abuela me odia en estos momentos, si mis primas me buscan, si piensan que Dago esta bien. Quiero pedirle perdón a mi familia, a ti mamá, por ser la aberración en la que me convertí.

Desperté al monstruo y no supe como dormirlo de nuevo.

Era prohibido y no me detuve, era enfermizo y lo ignore. Ahora no hay marcha atrás. No importa cuando me lamente no puedo volver.

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Insisto que este tema no es para menores.

ENFERMO +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora