Andrés, Andrés; mucho jodés

179 6 4
                                    

—Sí, era de esperarse, yo sabía que no era sólo polvo.—América me mira autosuficiente ganándose una mirada de odio de mi parte.

—¡Me voy a morir!—chillé—. ¡Y sin conocer a Harry!

—Eh, ¿qué te dije perra?

Puse los ojos en blanco fastidiada—.Está bien... ¡y sin casarme con Dylan O' Brien!

—Él también es mi...

—¡Ah no! Me quitaste a Harry ahora te aguantas—me crucé de brazos—. Y hablando de Dylans, ¿cómo está el tuyo?—limpié toda mi nariz casi sacándome los sesos.

—Bien, hoy se va de nuevo a su casa—me sonríe—.Ya no tendré con quien darle celos a Cameron.

Su expresión divertida me hace dar un salto exasperado.

—¡¿Sólo querías a Dylan para eso?!—gritó y siento algo caliente recorrer desde mi abdomen hasta mi vientre.

Me quedó estática y lentamente levanto mi pantalón para confirmar mis sospechas.

—Mierda...

—¿Qué pasa?—inquiere tranquila mientras juega con su cabello.

—Me estoy derritiendo.—susurré con mi mirada perdida.

—¿Qué?—preguntó divertida.

—¡Me vino Andrés el que te jode cada mes!—chilló del susto y la sacudo por los hombros.

—¡Tranquila!—intentó apartarme de un manotazo.

—¡¿Cómo quieres que me calme?!—corrí hasta el baño gritando desde el marco de la puerta—. Estoy resfriada y cada vez que estornudo siento que soy las Cataratas del Niágara.

—Ayleen...

—¡¿Qué?!.

—Te manchaste...

—¿Atrás?

—Sí...

—¿De...?

—Sí...

—¡Voy a morir!

Chillé y corrí a mi armario tapando con una mano mi trasero y con la otra un pantalón, volviendo a correr al baño.

Me senté en el inodoro y suspiré abatida.

—¿Y Ayleen?—escuché la voz de Hayes.

De inmediato un sensor de reconocer a mi hombre se encendió.

—En el baño.—contestó Amé.

—¡Aquí, amor mio!—grité meneando mi mano.

—¿Ayleen?, ¿qué haces ahí?—pregunté y bufé golpeando mi cabeza contra el lavabo por la estupidez de mi novio.

—Pues nada más, me gusta el olor a baño.

—...

—...

—No era necesario ser tan cruel...—estoy casi segura que esta haciendo un puchero en estos momentos.

—Bueno yo me voy, ya que estás tú ya no es necesario cuidar a tu mujer.

Y el sonido de la puerta cerrarse me afirma que mi mejor amiga me ha dejado.

Terminé de cambiar mi pantalón y con cuidado (y asco) lo tiré en el bote de la ropa sucia.Salí del baño y me encontré con Hayes con mi cepillo en su mano frente al espejo cantando alguna canción de Taylor Swift y meneando las caderas mejor que yo.

Esas caderas no mienten.

—¿Interrumpo?—hice acto de presencia queriéndome aguantar la risa.

Se gira asustado y abre los ojos a tope al verme.

—Yo... oh espera,eres Rodolfo el reno.—ríe como niño pequeño y me señala con el dedo burlesco.

—Estoy resfriada.—me defiendo con un puchero.

—Ow, mi bebé.—se acercó a mí listo para besarme.

—¿Qué haces?—lo alejé de mí.

—Besarte.—respondió obvio.

—No-oh, estoy enferma, te enfermaré.

Hizo un puchero y me robó un beso bajo mis reclamos.

—¿Ves? No fue tan mal...

No aguanté un estornudo y peor aún no me pude girar a tiempo.

Quería que me enterraran tres metros bajo tierra por la vergüenza que sentía pero mas sin embargo mi vergüenza se desvaneció ante la cara de Hayes.

—Ew...—carcajeó más fuerte—No te ri...—reí más alto—Ayleen...—reí y reí y por una razón no podia evitarlo, la situación ya estaba lejos de parecerme vergonzosa.

N.11 .-Tener un ataque de risa en el peor momento posible.() ...listo.

—Ayleen ya no es divertido...—quería dejar de reír pero ¡ah! no podía—Me estoy enojando...—reí más fuerte.

Hayes frunció el ceño, bajó la vista y sonrió travieso.

—¿Sabes que también es gracioso?—asentí prestándole atención entre risas, bueno, carcajadas—. Que tú pantalón blanco parezca la bandera de Japón.—mi risa se acabó abruptamente.

Bajé la mirada aterrada y yep, soy una linda bandera de Japón.

Hayes soltó una carcajada.

—Pareces de esos niños de kínder en el desfile de la ONU.—se carcajeó de mi cosplay.

—¡Hayes no!—grité y corrí al baño, no sin antes tomar otro pantalón no blanco.—¿Hayes?—hablé dulcemente.

Suspiró.

—¿Sí?—contestó de igual manera.

—Vete al diablo.—gruñí y pateé la puerta rebotando su cabeza.

Cuando ya no este ; Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora