Una vez más

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—Greg.—traté que mi voz no temblara, saliendo secamente.

James de inmediato se separó de mi mamá y aún con Dani en brazos se acercó a mí de forma protectora.

—¿Cómo les ha ido?—preguntó y yo quise vomitar por su hipocresía.

—Bien.—James trató de esquivar el tema.

—E-entremos.—intervine pero en seguida me arrepentí y odié por si quiera poder hablar sin tropezar.

Greg sonrió con sorna y causó algo de temor en mí.Suspiré abatida y aclaré mi voz.

—¿Y a ti cómo te fue?—sonreí.

—Ayleen...—James trató de alejarme pero me solté bruscamente.

—¿Cómo me ha ido de qué? No te entiendo.—preguntó divertido, mirándome con superioridad que ni una pizca tenía.

—Sí, ya sabes.Debe ser difícil pasar tiempo con nosotros, ¿no? Sólo mostrándote debes en cuando y entregando tu tarjeta de crédito a mamá para que paseé a Dani—sonreí, imaginando sus vacaciones—. ¿Al menos pasaste días con ellos?

Iba a contestar con clara expresión de odio en su rostro, si no fuera por mi madre qué cortó el ambiente con un cuchillo.

—¿Qué les parece si entramos?

Suspiré y llevé mi mano a mi cien en un tick nervioso pero al momento en que mi mirada se topó con Dani, comprendí que lo que estaba haciendo estaba mal.

Me gustaría decir que no quería que viviera lo que yo pero yo no viví entre peleas y gritos, más bien silencio y soledad. Y yo no quiero ninguna de esas dos para ella.

James se adelantó con Dani, rápidamente los perdí de vista mientras yo trataba de controlar mi ira y nerviosismo al estar con Greg.

—¿Me mirarás así todo el tiempo?—me miró desde arriba.

Aparté la mirada rápidamente sintiéndome estúpida por el acto pero, no me podía culpar; tenía miedo pero no podía echarme hacia atrás y menos ante él.

—No te estoy mirando de ninguna manera.

—Me miras—afirmó—. Me miras como si yo tuviera la culpa de todo el mal del mundo cuando las cosas no son así.

Quise reír de pura indignación.

Claro, porque el hecho de que casi toda mi vida haya sido una mierda no es por él.

—Ayleen, métete.—mi mamá se apresuró a tomarme por los hombros y empujarme levemente a las escaleras.

—¿Qué?, ¿Te da miedo que sepa cómo eres realmente?—rió levemente con esa voz cruda que tanto odio.

Fruncí el ceño aún más enojada porque él no era nadie para juzgar a mi mamá, si bien se equivoco no era como él.

—¿De qué hablas?—me quise zafar pero mi madre apretó más su agarre en mí.

—Ella tiene que saberlo algún día, ¿no?

—Súbete.

—No, ¿qué está diciendo?—insistí casi en desespero y sin darme cuenta las lágrimas comenzaron a salir.

—¡Súbete!

Y con las lágrimas calientes mezcladas con rabia me subí a pisotones cerrando de portazo.

Un montón de recuerdos llegaron a mí y mi corazón corrió como loco, me presioné fuertemente queriendo quitar esa sensación.

Escuchar los gritos de mis padres y yo siendo solamente una niña sin fuerza alguna aferrándome a Dani, queriéndola proteger.

Cuando ya no este ; Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora