Con el corazón

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Corrí desesperado a la parte alta del edificio, me veía cansado y jadeante, mi corazón bombeaba como nunca, no entendía lo que estaba pasando.

Me veía a mi mismo pero sentía lo que él.Como si fuéramos mi otro yo y yo uno solo.

—Ayleen...—jadeé cuando estuve por fin cerca de ella.

—Hayes...—soltó una risita cuando volteó a verme—Hola.

—Ayleen, baja de ahí.—sollocé y mi corazón latió aún más fuerte sin poderme mover.

—¿Por qué, Hayes?—miró al vacío.

—P-porque te harás daño, no quiero que eso pase.—susurré estirando mi mano temblorosa con la esperanza de que ella la sostuviera.

—Hayes, perdón, perdón Hayes, perdón—su voz era como un eco que retumbaba en mis oídos y se escuchaba en la lejanía—. Perdón yo no quise hacerte esto, perdón.—se agachó logrando que el aire chocara con más fuerza contra su rostro.

—¡Ayleen, cuidado!—grité con temor—. T-tú no me has hecho nada, Leen, ¿por qué me pides perdón? Sólo baja de ahí por favor.

—Pero sé que lo haré—de sus grandes ojos azules escurrieron lágrimas.

—Ayleen, baja de ahí.—pedí de nuevo con voz temblorosa.

—¿Sabes? Me gusta como la brisa choca contra mi cara—con una genuina sonrisa extendió los brazos.Me miró—. Perdón por causarte tanto daño.

—No, no me haces daño.—mi vista se nubló.

—Pero lo haré.Perdón.—me miró con esa mirada indescriptible, vidriosa y sin más saltó al vacío.

—¡Hayes, carajo!, ¡levántate, me estás asustando!

Abrí mis ojos de golpe y sentí que todo el aire regresó a mis pulmones cuando vi a Ayleen encima de mí agitándome por los hombros.

—¡Hayes, por fin te levantas, me estabas asusta...!

Me aventé contra ella atrapándola entre mis brazos.

—Te quiero, te quiero, te quiero.—la tomé de la cara, haciéndola mirar mis ojos.

Soltó una risita—Yo también Hayes y mucho—sonrió—. Pero, ¿qué pasa?, ¿estás bien?

—Prométeme que nunca me vas a dejar.

Su sonrisa se borró y me miró confundida.

—¿Qué...?

—Promételo. Vas a estar ahí para mí como yo lo estaré para ti, no me dejes solo por favor, no me dejes, nunca me dejes por favor.—quise aguarme un sollozo.

—Hayes, ¿qué-qué pasa?

—¡Júralo! Sólo... sólo júralo, las promesas se rompen, los juramentos no.

Me vio directo a los ojos y después de unos segundos en los que pensé que no me contestaría, finalmente lo hizo.

—Te lo juro.

(...)

—Ayleen, pss, Ayleen—sentí cómo una bola de papel aterrizaba en mi cabeza bajándome de mi ensoñación.Nash me miraba obvio—. Ya van a entregar calificaciones, ¡presta atención, niña!

—Ahm sí, perdón.—murmuré distraída.

Lo que había pasado en la mañana con Hayes me había dejado todo el día pensando.

"Te lo juro" le dije con un nudo en la garganta, no podía siquiera hablar, me sentía estúpida al jurarle algo a Hayes que sabía no le podía dar.

Nunca rompí una promesa o juramentos antes y con todo el dolor que en mí puede existir, supongo que esta vez será la excepción.

—Señoritas Mahogany, América, Kitty, Becca y Ayleen—levantamos la mano indicando nuestra presencia—. Señores Aaron, Cameron, Taylor, Shawn, Jack, Jack Johnson, Matthew, Tyler, Carter, Nash y Hayes—suspiró cansada—. ¿Cómo es posible que ustedes sean los únicos que mataran a su hijo?—dijo, incrédula.

—Bueno..., somos especiales, maestra.—Mahogany sonrió abiertamente.

La maestra suspiró frustada.

—Hablaré con ustedes después.

Cuando ya no este ; Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora