De regreso al chiquero

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—Me cayó bien el muchacho.

Apreté tanto mi quijada que la sentí crujir, volteando a ver a mi mamá, la cual sonriente dejaba los platos sucios en la cocina.

La miré incrédula.

—¿Qué?

—¡¿Cómo qué qué?! Hiciste toda una escena para al último sólo decir: "me cayó bien el muchacho".

—Sí—asintió tranquila—. Se ve que es buena persona.

—Lo es—volteé los ojos—. Mejor me voy a mi habitación.—bufé.

—Sí, vete, mañana regresas a la escuela, ¡nuevo año, mi amor!—chilla emocionada.

—Ni me lo digas, es un nuevo año escolar, falta poco para que por fin deje la escuela.—muerdo mi labio y mis ojos brillantes.

—Sí pero todavía te faltan años para que te gradúes.—me sonrió burlona.

—No tantos...

—¡Claro que sí!—ríe—. Vete ya a dormir, Leen—me lanza un beso y yo lo recibo coqueta, de forma juguetona—. Creo que desde que te me caíste de la cuna ya no volviste hacer la misma.—suelto una carcajada.

(...)

—¡I'm all 'bout that bass, 'bout that bass, no treble!

Me levantó enojada para apagar el despertador de mi teléfono, ya que mi último despertador lo terminé estrellando contra el suelo.

—¡Agh, cállate ya!—gruñí enojada al no poder apagar el maldito ringtone de América y Tyler cantando a todo pulmón de esa vez que se quedaron a dormir.

Jamás le volveré a dar mi contraseña a América.

—Ayleen, ¿tienes hilo dental?—James entró a mi habitación con la boca llena de espuma por la pasta de dientes.

—¡Maldita sea, apágate ya!—golpeé la pantalla varias veces.

—¿Tienes o no?

—¡¿Cuánto vas a tardar en callarte, teléfono?!

—¡Ayleen rápido,tengo que escupir!, ¡esto quema!

—¡Oh sí, por fin te callaste!.

—Escupiré aquí.—tomó mi bota.

—Sí, haz lo que qui... hey... ¡no, mi bota no!, ¡qué asco!.

Y sí... demasiado tarde, ya había escupido, cerdo, marrano, puerco, ¡asqueroso!.

—Sí, sí, apúrate llegáremos tarde—me lanzó la bota a la cabeza—. Y Eso es por lo de ayer.—me guiña un ojo.

(...)

—¿Lista para tu nuevo año escolar?—James se dirige a mí, estacionando el auto en el estacionamiento de la escuela.

—Lista.—afirmó con firmeza y me bajo del coche.

—Luego vengo por ti si no es que se me olvida—arranca y choca con la fila de bicicletas—. Ahm... tú arregla esto, ¿ok?

No me queda de otra que asentir divertida y verlo conducir de regreso.Primero estaba la lealtad.

—Hey, tú, la que tiró las bicicletas.

—¡Juro que fue mi hermano!

Escuché a la voz reírse y volteé a verlo confundida, dando un brinco al reconocerlo.

—¡Hayes!

—Wow, qué bien encubres a tu hermano—rió y se acercó a darme un abrazo el cual yo recibí gustosa—. Nuevo año.—brincó entusiasmado en su lugar.

Cuando ya no este ; Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora