Capítulo 5

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Desde que vivo con Rafael he dejado de tener tantas pesadillas e insomnio. No era frecuente la calma de la noche cuando estaba en hogares temporales. Mi tío me dio una gran estabilidad por el tiempo en que duré sin arruinarlo. Yo dormía bien, incluso si estaba a punto de repetir curso o luego de haber recibido golpizas. No me importaba nada ya que, de una u otra forma, Rafael me dio seguridad porque sabía mi pasado y me aceptaba. No tenía que preocuparme por que tarde o temprano se enterase de la verdad e hiciera un escándalo público.

Hoy el insomnio ha regresado. No he podido dormir en estos dos días desde la última carta. Ni la cerveza que me tomé como desayuno me ha ayudado si quiera un poco. Y tal parece que Naomi comparte el mismo problema de sueño porque no responde al llamado de Collins acerca de cadenas carbonadas.

—Naomi —le llama Collins. Me inclino para mirar a la chica, quien parece estar dormida con los ojos abierto. Le doy un puntapié, haciendo que reaccione y vuelva a la realidad—. Dime un resumen de lo que estaba diciendo.

Naomi baja su cabeza y trata de cubrirse el rostro con su cabello trenzado. La vergüenza la va a comer viva. Necesita tener más confianza, como yo. Aunque ahora mismo no tengo confianza puesto que no sé de lo que habla Collins.

—Las hormonas dañan el cerebro —ríe Travis. La rubia lo mira con severidad para que se calle—. Solo decía —murmura, copiando el gesto de Aster de hundirse en su asiento.

La campana de la hora del receso salva a la chica de un cero inminente. Collins le advierte que preste más atención a su clase. Naomi asiente con rapidez. Quizá sea su primer regaño en la vida. Le falta explorar la vida, le falta algo novedoso.

Travis se levanta y se coloca detrás de Hadley.

—Hoy te voy a ayudar —dice el castaño. Aster se coloca en la puerta del aula, callado como si no tuviese lengua—. Las personas como tú necesitan gente como yo.

—¿Las personas como yo? —pregunta la pelinegra—. ¿Qué, soy un mutante, un híbrido genéticamente modificado?

—No, pero...

—Pero nada. Soy una persona común y corriente como los demás. Puedo vivir mi vida sin tu ayuda.

Hadley sale del salón con prisa. Travis frunce el ceño de una manera infantil que da asco. Es raro que quiera ayudarla cuando hace poco la estaba molestando. El castaño parece usar su única neurona para pensar, y luego me mira a mí. Lo que se le haya ocurrido, es mejor no averiguarlo.

Me levanto de la silla para largarme. Aster baja la cabeza cuando paso por su lado, además de apartarse un poco. Verlo así es mejor que verlo a la defensiva contra mí. Es un problema menos con el que lidiar.

Camino por los pasillos, por primera vez solo. Ni Hadley ni Naomi están intentando hacerme reír o queriendo saber de mi vida. Se siente bien hablar con quien quiero, con quien le doy el placer de continuar la conversación. A algunos me les insinúo para ir más allá, para desahogarme de una manera mucho más placentera. Por ese gesto, consigo que me digan de una fiesta que harán este viernes por Nochebuena. Una fiesta es justo lo que necesito: alcohol, personas cachondas, baños privados.

Los salones de arte son de los más abandonados aquí. Son lugares perfectos para estar solo, para que nadie se acerque a comer conmigo. Tal vez pueda dormir, tal vez pueda olvidar las discusiones con Rafael sobre el tabaco y el hecho de haber dejado a Aster en medio del bosque luego de haber caído al agua. Es extenuante aguantarlo, aguantar las palabras hirientes que podrían salir de mi boca.

Una puerta abierta, que normalmente está cerrada, llama mi atención. Detengo mis pasos para husmear allí. Me sorprende mucho una sala completa de cerámica y materiales para hacerla. Es... sencillamente perfecta.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora