Capítulo 67

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Paciencia y fingir que no sabemos nada.

Eso fue lo que nos pidió Fields luego de mostrarle los archivos. Dijo que lo que hicimos —hackear a Travis— no era una prueba contundente pero que sí valía para conseguir una orden de registro, tanto de su casa como de su computadora. Prometió conseguirla lo más rápido posible, no obstante, ya es lunes y Travis sigue suelto.

Comemos en silencio, rodeados por el bullicio del comedor estudiantil. No hemos hablado de lo que vimos, simplemente ese día agarramos la computadora, escapamos por la puerta trasera sin ser vistos, lo denunciamos y hemos tratado de seguir con la normalidad. Pero es imposible olvidar tanta sangre... los rostros...

—Por fin encuentro a los fenómenos.

Los cuatro nos sobresaltamos al escuchar la voz de Travis. Agarra una silla de al lado y se sienta en un lado de la mesa cuadrada, entre Naomi y Aster que están frente a frente.

—Están muy raros desde la mañana —nos dice. Por suerte apenas tuvimos que verlo hoy. Luego de denunciarlo, Fields llamó a los padres de los demás y nos fue a dejar a nuestras casas. No lo vimos más a él—. Aster.

El pelirrojo levanta la mirada. Adopta esa expresión indiferente.

—Creo que algo de la comida de la fiesta nos hizo mal. De seguro algo estaba podrido.

Como Naomi no reacciona, le doy un puntapié por debajo de la mesa. Intenta mirarlo de manera despectiva.

—La comida que hacemos no está podrida. Tú lo sabes, trabajaste ahí por un buen tiempo.

—Como sea —ataca Travis, exasperándose un poco—. Los buscaba para decirles que voy avanzando con lo de la página de sicarios. Estoy haciendo como una conexión con quienquiera que me mande los textos, y estoy a nada de concretar una reunión.

«Entre asesinos se entienden», pienso.

Esta vez yo levanto la mirada hacia él, hacia esas manos que parecen suaves por no haber tocado nada en su vida. Y de repente veo sangre en ellas, en su ropa, y de pronto ya no es su ropa, sino la chaqueta deportiva naranja y roja que capté en video hace tiempo.

—Con suerte —continúa— podré tomar fotos o grabar un video de lo que hablemos en esa reunión.

Fotos... Videos...

Mi mente regresa al despacho de Angélica, a la pantalla. Decenas de imágenes de las víctimas asesinadas en el pueblo, enfocando su rostro repleto de terror antes de morir. Y había videos explícitos de cuando eran torturadas; gritaban desgarradoramente, quebrándose la voz cuando su lengua era cortada y su esternón era quebrado hasta dejar ver el corazón latiendo y siendo arrancado, dejando que la sangre chorreara como una cascada. Otras fotos eran de cuando dejaron sus cadáveres en los sitios donde fueron encontrados, y los enmascarados posaban como si fuera una puta broma. Más abajo estaban tomas de la iglesia del pueblo y de un montón de objetos personales de los asesinados, como si fueran trofeos de victoria, entre ellos la chaqueta deportiva que mencioné anteriormente.

Había también un mapa con las casas de los muertos con una equis roja, incluida la casa de Eleonor; otras casas estaban encerradas en un círculo verde, entre ellas la mía, de Naomi, Hadley, Aster y Maddie.

Y finalmente lo que más me perturbó: fotos de mi madre e informes de todo su caso. Estaban resaltados varios fragmentos de cómo fueron hallados los cuerpos, nombres de víctimas y sus familiares y la cantidad de tiempo que tardaron en morir. Incluso había un collage de ella con un corazón enorme en todo el encuadre.

—Me pides que los ayude —le reprocha el castaño a Aster—, pero se comportan como unos idiotas. Mejor me largo.

Se levanta y avanza a una de las salidas. En ella veo a Kasemir, quien nos observa fijamente, pero luego mira a Travis sin expresión alguna. Parece que ellos dos se saludan, y cuando el chico sale, la cara de Kasemir adquiere una mirada asquienta y de conmoción. Fields no le contó nada por teléfono, aunque imagino que se enteró de todo cuando pisó el pueblo a la mañana siguiente.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora