Capítulo 6

269 48 37
                                    

Las luces y el sonido fuerte son hipnóticos. La barra repleta de alcohol parece tener una voz propia que me llama para aliviar mis problemas. Puede que esté loco, puede que esto sea de mi infancia conflictiva. No lo sé. Solo sé que quiero divertirme, beber algo, y si es posible, follarme a alguien.

La fiesta en esta casa de lujo no está tan mal, si tomamos en cuenta que fue organizada por adolescentes como yo. Solía ir únicamente a fiestas universitarias desde mis dieciséis. Tenían más alcohol, más variedad de cigarros, más variedad de chicos con los que liarme. Fue ahí cuando hice un trío. Yo era menor, ellos no; estaba mal, lo sé, pero no me arrepiento, o eso creo.

—¿No eres el del asesinato? —pregunta un chico cuando apenas bebo un par de tragos.

—Métete en tus asuntos si no quieres ganarte un golpe.

Refunfuña algo y se marcha con su grupito de amigos.

Analizo a todos los de la fiesta. Chicos lindos, unos más que otros, pero todos igual de deseables. Algunos se emocionan cuando les guiño el ojo, sin embargo, no se acercan. Prefieren mantener la distancia en lugar de acercarse a alguien tan inalcanzable como yo. Le temen al éxito.

Un chico se acerca por fin, me invita unos tragos y se insinúa conmigo. Usa una de esas camisetas negras semitransparentes, acompañado con unos pantalones de vestir del mismo color. Mis ojos recorren su cuerpo sin pizca de cuidado, cosa que nota y se muerde el labio de una manera seductora. Nos levantamos a bailar, momento que aprovecho para pegarlo a mí y tocarlo a mi gusto. Él no se resiste, es más, sonríe por ello.

Le pongo un dedo sobre los labios cuando trata de besarme. Se queja con un gemido suave, uno que me calienta mucho. Me desea, algo que quiero aumentar para poder usarlo como quiera. Su necesidad es el placer, placer que le puedo dar, que sabe que se lo puedo dar y hará lo necesario para conseguirlo.

Nos metemos al baño, en donde ya le dejo besarme. Lo hace normal, no es de lo mejor. Sus manos van por debajo de mi ropa, palpando cada músculo de mi cuerpo. Lo subo en el lavamanos y le desabrocho el pantalón para meter mi mano bajo su ropa interior. Él gime al contacto de mi mano sobre su miembro. Eso le anima a quitarme la camiseta, para luego ir a por mi pantalón.

Cuando está a punto de hacerlo, la puerta se abre.

—Fuera —exclamo, apenas dándome vuelta. Todo el tiempo se congela al ver a Aster, igual de congelado que mi entorno.

—Como siempre siendo un asqueroso —suelta. El pelirrojo cierra la puerta con lentitud, aún anonadado.

—¿Seguimos? —pregunta el chico.

—No.

Me lavo las manos y me pongo mi camiseta. Abro la puerta para ir tras él por arruinarme el momento y para recordarle que no debe hablarme así, como si yo fuera un demente y él no. Incluso si él nunca ha tenido experiencias sexuales, eso no le da derecho a juzgar las mías.

Al encontrarlo me doy cuenta de que no era buena idea. Él está con Travis, y junto a ellos se encuentran Naomi y Hadley. Las dos chicas dan conmigo, por lo que no se limitan en disimular que me conocen. Ellas dañan mi reputación, se nota claramente que no pertenecen a este ambiente.

—Qué coincidencia —exclama Hadley al acercarse junto a los demás—. ¿Puedes creer que Travis nos invitó?

—Tú le obligaste —contradice una muy tímida Naomi. Hadley rueda los ojos con una sonrisa triunfante.

—Mejor no le toquen la mano —comenta Aster, con cierto tono molesto en su voz. Ha vuelto a ser el mismo chico que no se inmuta por mi presencia—. No querrán saber dónde estaba.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora