La respiración se hace más difícil a medida que corremos. Mi corazón parece no dar más, porque no paramos de dar giros y giros por todas las calles. El maldito enmascarado nos persigue en su auto, una clara ventaja contra nuestros torpes pasos debido a la nieve.
—No hay cobertura —jadea Aster, apagando su teléfono que no sirve para llamar a la policía. El mío lo dejé en casa, así que estamos acabados. Ya es más de las ocho, por lo que no hay ni un alma en las calles.
Giramos en una esquina y enseguida tiro del brazo de Aster para saltar la cerca de una casa. Golpeo la puerta como loco, pero no abren. Cruzamos el jardín en el momento en que se oyen los neumáticos chirriando. Al final del camino hay un muro que separa esta casa con la otra. Será un poco difícil de saltar, sobre todo por las mochilas que cargamos con nuestras cosas, las cuales son un maldito estorbo.
Escalo una esquina para llegar al borde superior, subiendo mis pies y mi cuerpo. Me percato de que Aster no alcanza el borde, así que lo apuro para que suba, pero nada. Decido bajar de nuevo para poner mis manos como soporte de su pie e impulsarlo. Logra subir, aunque ahora el problema es bajar.
—Salta ya —le ordeno—. Nos van a matar por tu culpa.
—Me voy a romper el pie, o la cabeza, o un brazo, o...
—No te va a pasar nada. Hazlo o te empujo. ¡Ya!
Ruedo sobre mi cuerpo al tocar el suelo y me pongo de pie. Aster salta detrás de mí, dejando escapar un grito de dolor.
—Mi pie. Creo que me lo torcí o algo. Yo te dije.
Ignoro sus quejas y lo incito a correr. Se vuelve complicado por el dolor en su pie. Maldita sea. Nos van a matar. Es mi fin. En la siguiente calle no hay rastro del auto negro que nos persigue. Mi nueva preocupación es que ya no sé dónde demonios estamos.
—Nuestras casas quedan a varias calles abajo —me responde la inquietud—. No llegaremos si no lo despistamos.
—¿Y la estación de policía?
—Eso está más lejos.
—Y yo que creí que era un pueblo pequeño.
Caminamos en dirección a casa. El pie de derecho de Aster parece empeorar con cada paso que da, creando muecas de verdadero dolor. ¿Y si se fracturó el tobillo? El dolor seguirá empeorando hasta que no pueda caminar. Será cuando lo abandone. No puedo cargar con él. Necesito sobrevivir.
Tras dos calles, el auto reaparece con un sonido de motor demoniaco. Corremos de nuevo, o al menos Aster lo intenta. Jalo su mano para que me siga el paso, lo intento, pero no sé cuánto más pueda antes de que la desesperación me haga dejarlo. ¿Por qué no lo he sacrificado ya? Ah, claro, él tiene el teléfono para llamar a la policía.
—Hay que ir al bosque —grita él—. No nos podrá seguir con el auto.
Cambiamos de dirección hasta la siguiente cuadra que da inicio el bosque. Corremos entre los árboles, adentrándonos en la oscuridad. Aster se guía con un mapa en su cabeza, trazando un camino para ir a casa.
—Espera —suplica, levantando su pie en el aire—. Duele mucho.
—Pues te aguantas y corres. Ya. O te dejo aquí.
Suspira con resignación. Toma mi mano para no separarse de mí. Seguimos corriendo por varios minutos, dando vueltas en medio de la oscuridad. Cada vez siento que estamos alejándonos a un tramo desconocido en el que seremos presa fácil de un psicópata.
Aster se detiene otra vez por la misma razón. Respiro profundamente para esperarlo. Pero esa paciencia desaparece cuando veo una luz detrás de nosotros, una linterna para ser más específicos. Lo que empeora la situación es el sonido del teléfono de Aster, una llamada entrante. La puta señal funciona cuando se le pega la gana.
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Máscara Fragmentada
RandomKaden no tuvo una madre convencional: ella fue una asesina que cobró la vida de varias personas. Tras una serie de eventos sangrientos y años complicados en orfanatos, termina viviendo con su tío, quien, al sorprender a Kaden en una situación compr...