Intimidar a los de mi edad es complicado, porque hay que dar demostraciones de que les romperé la cara si se enfrentan a mí. A los que niños —que no sean raros como Maddie— y adolescentes de edad media, se los intimida solo con un poco de actitud sombría, y rara vez una demostración física.
Con catorce años no había estado jamás en una pelea, así que no sabía cómo golpear, pero mi altura y las caras que practicaba en el espejo, me consiguieron respeto en Ekaville gracias a la intimidación. Todos hacían lo que les ordenaba, no se metían conmigo por nada del mundo ni trataban de ser sociables. Estaba consiguiendo mi objetivo: alejarlos antes de crear vínculos en caso de que todo se fuera a la mierda. Parecía ser fácil, excepto por Elías, que era igual de miedoso que mi yo de ese entonces, pero aun así me enfrentaba todo el tiempo.
Honestamente, luego de cómo nos conocimos, pensé en dejar de lado mi plan porque creí que él me daría una paliza. Pero luego me di cuenta que era tan sumiso y tímido con los demás, que me lo pensé mejor. Nunca llegamos a los golpes, peleábamos a puro parloteo. Con el tiempo, empecé a verlo de forma diferente, y mi actuación empezaba a decaer ante él. Me comportaba como un idiota enamorado, emocionándome cada que me rozaba la mano, cada que chocábamos en una esquina... El problema era nuestros pleitos sin resolver, y ahí fue donde el tarugo niño rubio se equivocó: me disculpé con él e intenté hacerme su amigo.
Rafael golpea la mesa del comedor, despertándome de mis recuerdos.
—¿En qué piensas?
—En los posibles planes de Naomi.
Ella me escribió más noche para decirme que tiene un plan para tomar el teléfono de Hadley y devolverlo como si nada. Aunque no me especificó qué carajos vamos a hacer. Dijo que hoy nos lo explicaría en persona para no perdernos.
—Espero que sea bueno —comenta—. El tiempo corre.
—Lo sé.
—Sí. Anda, ve a despertar a tu... —Se queda callado, pensando en cómo referirse a algo—. Anda a despertar a Aster.
—¿Y yo por qué?
—Porque estoy haciendo el desayuno. Y porque no he oído ninguna alarma en la habitación de huéspedes.
—¿Y eso a mí qué?
—Solo haz lo que te pido, por favor.
Ya siento que necesito un tabaco.
—Por cierto —le digo—, ¿qué hay de la enfermera con la que hablamos? Ella podría decir que nosotros pedimos información de Acosta y se nos echarían encima.
—Sí... yo ya lo arreglé. Tuve que amenazarla, lamentablemente. No tengo dinero suficiente para callarla, así que... No fue agradable llamarla a medianoche.
Okey. Este tío mío me sorprende cada vez más. Ni siquiera voy a preguntar cómo consiguió su número.
Subo las escaleras en lo que él regresa a la cocina. Salem me acompaña en esta tortura. Ayer fingí estar dormido para no tener que salir de mi cuarto, porque pensaba que Aster me leería la mente y sabría de lo que me di cuenta ayer, de mi falta de valor. Y es extraño que no sea valiente para algo así de —humillante— simple, cuando la mayoría de veces me enfrento a asesinos y pandilleros. Janet solía decir que tenemos tres tipos de valor: No sabría decir cuál me falta ante esta situación.
En la habitación, Aster sigue durmiendo plácidamente, envuelto en todas las cobijas. Mierda. Hasta durmiendo se ve tan lindo. Salem salta a su cama, acercándose a su rostro. Una mala reacción y Aster necesitaría cirugía de reconstrucción facial. Mi nuevo problema es el cómo despertarlo. Cuando me pedían que despierte a alguien, lo sacudía a lo pendejo, la verdad no me importaba. Me siento en el borde del colchón, mirándolo otro rato. Empiezo por darle piquetes en las costillas con mi dedo índice, lo muevo despacio... y nada.
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Máscara Fragmentada
RandomKaden no tuvo una madre convencional: ella fue una asesina que cobró la vida de varias personas. Tras una serie de eventos sangrientos y años complicados en orfanatos, termina viviendo con su tío, quien, al sorprender a Kaden en una situación compr...