La noche ya se apodera del pueblo. Los caminos prácticamente están ocultos bajo la nieve. Mis huellas se quedan atrás mientras continúo avanzando a la granja que ya está a pocos metros. Al cruzar el cercado, veo unas manchas rojas en la nieve, que se esparcen como un camino hacia el granero. Tomo aire y avanzo con sumo cuidado, iluminando con mi linterna a todos lados por si el enmascarado aparece.
Agarro una barra de metal que me encuentro de paso, la única arma grande para defenderme. Apenas y tengo una navaja dentro de mi abrigo. Ojalá aún tuviera el arma. No sabía usarla, pero era un buen recurso para ahuyentar a locos como el del pueblo.
Me adentro al granero que tiene la puerta abierta. La sangre —si es que es— se desvanece aquí dentro, en medio del granero. A mis alrededores no se apercibe nada fétido, ni se ve nada macabro como una persona torturada o ya de paso muerta. Entonces, ¿la sangre de qué es?
Escucho un ruido a mis espaldas, por lo que enseguida me volteo y levanto la barra al aire. Mis nervios se tranquilizan al ver a Aster sosteniendo una linterna en la puerta, igual de asustado y cansado que yo.
—¿Qué haces aquí?
—Lo mismo te pregunto —contesta. Saca un papel, escrito con la letra del Emisario—. Ayer en la tarde apareció esta nota en el jardín de casa, diciendo que, si quería recuperar mi navaja con mis huellas, debería venir aquí a esta hora para que no sea usada en un crimen.
Revisa a sus espaldas, como quien se prepara para correr. Guarda su nota. Él piensa que yo lo traje aquí, piensa que le voy a hacer daño.
—Recibí una nota —me apresuro a hablar, sacando esta vez mi papel—. Es similar a la tuya, por eso salí de la biblioteca a toda prisa.
¿Por qué me justifico tanto? Si quiere creer que soy el asesino, pues debería importarme un bledo. Además, el que esté aquí solo me pone contra la espada y la pared, porque tendré que decirle la verdad de nuestros padres y la relación con el asesino del pueblo.
—¿Viniste solo? —inquiero mientras guardo mi papel.
—El espíritu santo está conmigo, así que no intentes nada.
—¿Desconfías de mí, a pesar de que te salvé del asesino la otra noche?
—Sí. Considerando que eres un manipulador, puedes estar fingiendo ser bueno, cuando en realidad les arrancas las vísceras a la gente.
Mejor dejo de perder mi tiempo. Desde mi sitio trato de buscar algo que esté puesto a simple vista, sin embargo, las únicas cosas que hay aquí son huecos pequeños en la pared, pacas de paja en algunas partes, y tanques y contenedores de leche al otro lado del granero. Camino allí, esperando que no esté el cadáver de alguien como en las películas de terror.
—Kaden, detente —grita Aster a mis espaldas.
—Tú no me dices que hacer.
—¡No es broma!
Tropiezo con algo, un hilo transparente, y enseguida algo salta sobre mí para derribarme al suelo. Un par de sonidos similares a disparos resuenan por todas partes, seguidos de estruendos en la madera. El peso sobre mí es Aster, quien se recuesta al lado mío, algo alterado.
—¡Haz caso por una maldita vez! —me reclama, golpeando mi espalda. Ruedo para quedar boca arriba igual que él—. Era un sistema de cuerdas que conectaba a ballestas. ¿Cómo no lo viste?
—¿Será por qué estamos a oscuras?
Me incorporo para observar las flechas clavadas en tres paredes, más o menos a la altura del pecho humano. Pero eso ya no me asusta, sino la luz intensa y el tipo enmascarado en la puerta que trae un hacha. Está usando la misma linterna potente que cuando nos daba caza en el bosque, aquella que brilla como diez focos en una sala. La deja en la entrada.
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Máscara Fragmentada
RandomKaden no tuvo una madre convencional: ella fue una asesina que cobró la vida de varias personas. Tras una serie de eventos sangrientos y años complicados en orfanatos, termina viviendo con su tío, quien, al sorprender a Kaden en una situación compr...