Capítulo 36

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Despierto en una cama. Me fijo en que tengo férulas en las manos y el brazo. Tengo vendas por todas partes. Me siento aturdido. Janet se levanta de su silla, llamando a las enfermeras. Ella no tiene que estar aquí. No se puede enterar de lo que he estado haciendo.

Abro los ojos, despertando realmente del sueño. Visualizo a Aster sujetándome por los hombros, pidiendo que me calme. El dolor me golpea de repente por todo el cuerpo, haciendo que me retuerza sobre la cama. El pelirrojo me da unas pastillas y agua, cosa que consumo enseguida. Intento tranquilizarme, soportar el dolor como lo he hecho antes. Mi cuerpo está sudando, con vendas en mi abdomen y en mi pectoral derecho.

—Estás bien —asegura Aster.

Me pone un trapo húmedo en la frente, aminorando el malestar gracias al fresquito que siento. Al ver a mi alrededor, me doy cuenta de que no es mi habitación. A juzgar por la guitarra, posters musicales, discos de vinilo y algunos peluches, es la habitación de Aster.

—¿Qué hora es?

—Las ocho de la mañana del sábado. Esa chica te dio una buena paliza.

Los recuerdos de ayer se riegan por mi mente. Daniela, me parece que se llamaba, estaba tomando ventaja. Recuerdo que estábamos en el suelo, ambos desvaneciéndonos. Luego nos golpeamos mutuamente y... nada.

—¿Qué pasó luego de que me quedara inconsciente?

La cabeza me está matando por el golpe contra el suelo que me dio. Esa chica era demasiado fuerte y ágil. Y creo que era la única peleadora de la noche, la primera mujer de todos los torneos en los que he participado.

Aster se apega al cabecero de la cama. Caigo en cuenta que todo salió bien, creo. Lo que importa es que no le hicieron daño, que salimos ilesos de allí.

—Ambos quedaron inconscientes —me dice—. Bajé a ayudarte, pero no reaccionabas. Tu pulso era bueno. Algunos me ayudaron para sacarte del ring, y al ver que nadie bajaba por ella, yo... la traje aquí. Está abajo, todavía dormida.

—¿Que tú qué?

—No tenía a nadie. No iba a dejarla allí en ese lugar. Quién sabe lo que le hubieran hecho aprovechando que estaba inconsciente. Los subí a un taxi a ti y a ella hasta acá a mi casa. Llamé a un doctor particular para que los atienda; no hizo preguntas por el dinero que le di. Hadley ha estado vigilando a la chica y yo... a ti.

Él mira a otro lado, avergonzado. Me percato de que lo que traigo ahora de ropa no es lo que usaba ayer. Ahora solo traigo puesto un short de tela negro, algo ajustado y sin nada por debajo. No sé por qué, pero me siento igual de avergonzado que él al caer en cuenta de ese detalle. Me he desnudado para muchas personas, no debería ser bochornoso. Aun así, lo es.

—¿Llamaron a la policía?

—No —admite. Agarra otro trapo húmedo para pasarlo por mi cuerpo sudoroso—. Ni siquiera se me cruzó por la mente. Estaba más pendiente en que no mueras. El doctor dijo que puedes tener una concusión cerebral, que podría agravarse o no.

Mientras sigue pasando el trapo, noto sus ojos irritados, cansados.

—No dormiste.

Él no dice nada. Una pequeña opresión en el pecho me hace querer abrazarlo. Cuidó de mí durante toda la noche, se preocupó más de lo que debería. Él es como una astilla, entre más intento sacarla o ignorarla, más se encarna. Aster se está metiendo a mi cabeza, despertando sentimientos nuevos que me causan miedo e intriga, además de una emoción por querer explorarlos.

—Debí hacerte caso y no meterme en esa pelea final —digo. Él termina de limpiar mi torso. Me quita el trapo húmedo de la frente. Me mira por momentos largos, sonriendo un poco. Esta situación me hace desbloquear otras palabras que jamás creí volver a mencionar—: Gracias por quedarte.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora