Capítulo 31

266 47 40
                                    

El aceptar que tengo miedo de mis sentimientos por Aster es mucho más espantoso que el mismo miedo. Es decir, me temo a mí mismo, a lo que no controlo. Ni enfrentarse al enmascarado es tan horrible como ello. Empiezo a pensar que estoy volviendo a mis catorce, a cuando tenía miedo de todo, le tenía miedo a un estúpido que ahora mismo podría derribar de un golpe.

Ese estúpido se llamaba Brandon. Era más alto que yo, más corpulento, con cicatrices en la cara. Apareció en el hogar temporal al mismo tiempo que empezó una crisis económica que aminoraba la comida y medicamentos. Él sí era malo, golpeaba a quien se le acercara y se peleaba verbalmente con los que nos acogían allí. Para ese momento ya me había disculpado con todos, así que era otro más del montón; mi reinado había terminado. Con el tiempo, las cosas se agudizaron, no había suficiente para todos, y Brandon y su grupo acaparaban la mayor parte. Nunca se me cruzó por la cabeza robar, al menos no hasta que Elías enfermó.

Iba a casa de amigos de la escuela y, cuando no me veían, sacaba dinero de donde sea. Con ello pude comprar lo necesario para que él se curara. Repetí el mismo robo varias veces, con el que comprábamos más comida. A veces íbamos al mercado y tomábamos cosas a escondidas. Brandon con su grupo eran excluidos de todo, por lo que empezaron a sospechar de nosotros porque teníamos más de qué comer. Se las tomaron con Elías, lo golpeaban e insultaban sin que pudiera hacer nada porque me daba miedo. Luego se enteraron de lo que hacíamos y amenazaron con delatarnos y trataban de chantajearnos. Fue cuando perdí los estribos y golpeé a Brandon, lo golpeé cegado por la ira sin poder contenerme.

Naomi tira de mi brazo para detenerme. Un conductor me insulta por no fijarme por dónde camino antes de seguir su rumbo.

—¿Y ahora en qué piensas? —me pregunta.

—En que debemos hacer esto rápido.

Cruzamos la calle para llegar a la parte trasera de la estación de policía. Ella me guía a una parte deteriorada, en donde las plantas se han dado modos de crecer. Algunos arbustos secos cubren el lugar en donde hay huecos pequeños, el lugar por el que Naomi espía y se entera de cosas.

—Estamos cerca del escritorio de Érika Fields —susurra—. Debemos mantenernos callados.

Nos agachamos para ver entre los orificios. Se escuchan las voces muy bajas.

—Esto no puede ser —reconozco la voz de Fields—. ¿Están seguros de este informe?

—Sí —responde un hombre—. Ha aumentado el número de menores detenidos por venta de drogas en Tenéricus y Ducransea. Comercializaban bolsas de drogas aleatorias en las que venían mezcladas drogas cualquiera. Ellos confesaron que les entregaban todo listo solo para vender. Esas bolsas se llaman , igual que las que ofertaba Sin Nombre.

—Seguro que es solo un imitador. Sin Nombre fue deshecha hace meses y no ha demostrado actividad. Además, según el informe, no se ha registrado ninguna actividad como esta en Trébol Dorado que era su principal territorio. Vuelvan a investigar estos casos.

—Sí, señora.

Por el orificio veo que Fields toma asiento en su silla.

—¿Está segura de que es un imitador? —le pregunta alguien a Fields.

—Sí. Esa banda perdió todo su poder. En estos meses hemos recibido muchos reportes de asesinatos a ex miembros de Sin Nombre, ejecutados con la firma de otras pandillas con las que tenían problemas. Es por eso que mi hipótesis del Emisario toma más fuerza.

—Ah, ¿sí?

—Las víctimas asesinadas en este pueblo también pertenecieron a la banda Sin Nombre. Me atrevo a decir que todo fue un ajuste de cuentas igual que en otros casos. Creo que se inventaron al Emisario para desviar nuestra atención antes de asesinarlos, y luego, cuando los Howarth se mudaron, se enteraron de su pasado y recrearon las muertes de Rompecorazones para que sospecháramos del hijo. Casi lo encarcelamos por uno de los asesinatos.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora