Capítulo 35

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La semana de exámenes ha sido rápida y dolorosa como una puñalada en el abdomen. Lo que da miedo no es el impacto, sino el empezar a desangrarte por ser un tonto que se quita el cuchillo. Así se siente este día, repleto de incertidumbre por saber si pasamos el semestre o no. Al menos yo sé que repruebo todo menos el área de matemáticas.

—Volveré el lunes por la tarde, más o menos —me dice Rafael al otro lado de la línea—. La jueza me dijo que podrían estar liberando los archivos el lunes en la mañana.

—Tómate tu tiempo. Es más, puedes mandarme los archivos escaneados y te tomas unas vacaciones.

—¿Para qué? Ya te he dejado solo por varios días. Quién sabe qué estarías haciendo.

—He sido un santo, no tienes de qué preocuparte.

Él suspira, un poco incrédulo. Le digo la verdad, no he hecho fiestas, no he llevado a nadie a casa... Me he vuelto un aburrido.

—¿Y ya te vas a disculpar con Eleonor? —inquiere él.

—No... No lo sé.

Esa mujer le dijo a Rafael de nuestra conversación en el centro de salud. Y él salió muy a la defensiva, regañándome por media hora sobre los buenos modales, aunque casi ni le presté atención. El problema es que ella empieza a... resultarme menos despreciable, y es un motivo para sentirme un poco mal por haberle gritado.

—Tengo que colgar —le digo—. Justo ahora hablaré con tu novia para ver si salvo mi semestre.

Suspendo mi teléfono antes de entrar al salón de Ciencias Naturales. Collins está en su escritorio cercano a la ventana, calificando a toda velocidad las pruebas de su asignatura.

—Buenos días, Kaden —me saluda, deteniendo su trabajo. No parece molesta—. ¿Vienes por el trabajo extra?

—Sí.

Saca de uno de los cajones un par de hojas y me las entrega. Son cinco, impresas a doble carilla, con varios ejercicios de química de todo lo visto en este semestre. Y es para el lunes a primera hora, aunque para ese entonces ya estemos en el descanso de una semana. La decisión final de quienes reprueban se da el miércoles, así que Eleonor está dado este último chance a todos los que cursamos con ella.

—Sobre lo de la semana pasada —empiezo—, yo... puede que me haya excedido.

—¿Estás ofreciendo una disculpa?

—Tómelo como quiera. Solo lo menciono para que Rafael dejé de atormentarme con eso.

Ella baja la mirada.

—No era mi intención decírselo a él. Salió en medio de una conversación cualquiera. Prefiero resolver el problema directamente con mis estudiantes, pero esta semana ha sido agotadora.

—Bueno, entonces regresamos a la normalidad, supongo. No sería bueno que nos enemistemos, a Rafael no le agradaría eso. Tampoco le agradaría que repruebe el semestre y que el próximo esté presionado, así que...

—No —me interrumpe, mirándome con reproche—. No uses mi relación con tu tío para obtener algo a cambio. Podemos ser amigos, o buenos conocidos, pero no te daré un mejor trato que a los demás. Todos sufren por igual.

—Tenía que intentarlo.

Toma un caramelo masticable de su pequeño tazón y me lo entrega.

—Te he notado un poco distraído estos días en mis clases.

—Semana de exámenes, eso me estresa.

—Ambos sabemos que no es así. Por eso me pides este trabajo. —Entrelaza sus dedos sobre la mesa—. ¿Hay algo que te tenga inquieto?

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora