Capítulo 63

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Cuatro días y diez horas.

Necesito un cigarrillo. Se me está haciendo imposible resistir. Mi cuerpo está creando una especie de alucinaciones con olores muy fuertes al tabaco, incluso si no hay nadie cerca consumiendo uno de esos. Temo estar volviéndome loco

Al menos no he pensado en alguna clase de droga. Supongo que mi cuerpo estaba tan acostumbrado a mis dos adicciones que una tercera pasajera no significó nada.

Termino de hacer abdominales como una serie de mis ejercicios. Encontré que la actividad física ayuda con el malestar de la abstinencia, y funciona un poco, aunque también demuestra que mi estado físico ha empeorado. Si hubiera una persecución estos días, no estoy tan seguro de poder resistir.

Permanezco sentado un momento en el suelo, recuperando el aire. Observo que Aster se está tirando del cabello mientras hace su tarea en su escritorio. Me pongo de pie y me acerco a él desde atrás de su silla, asentando mis manos en el escritorio para estar lo más cerca posible.

—Dime qué estoy haciendo mal —me suplica, ajustando sus lentes sobre el puente de su nariz.

—Está fácil.

Me regresa a ver con una mirada asesina. Luego se percata que apenas traigo puesto un short deportivo y que mi cuerpo está algo brilloso por la leve capa de sudor. Parpadea y se concentra en las hojas de física, que son una mezcla de varios temas que hemos visto en el bachillerato.

Me inclino más hasta estar cerca de su oreja y rozarla con mi aliento.

—Tienes que usar el complementario. —Señalo en donde está el error. Me mira de reojo cada que puede, consciente de la cercanía. Recorro su brazo derecho con mi dedo y llego a su clavícula que le hace un poco de cosquillas.

—Intento concentrarme.

Tal vez pueda aplicar algo de física con él, ver qué tanta presión resiste.

—Respuesta incorrecta —susurro. Meto mis dedos por el cuello de su camiseta, rozando la piel caliente de su pecho. Suspira, lo que me excita mucho—. Intenta de nuevo.

Corrige los signos, hace las operaciones de la manera correcta. Rodeo su cintura con mi brazo izquierdo, mientras rozo con mi pulgar su pezón que va endureciéndose. Aster se apega por completo al espaldar al terminar el ejercicio.

—¿Así está bien, genio? —masculla

—Perfecto.

Beso su cuello, pellizco su pezón y lo aprieto contra la silla. Él gime suave, hace hacia tras su cabeza para dejarme saborear su piel. Su respiración se agita cuando siente mi otra mano bajando por su abdomen hasta tocar su erección y frotarla sobre su ropa. Separa sus piernas para que pueda tocarlo de la forma que quiera. Sus manos se cierran en puños sobre su escritorio, y ya me lo imagino presionando de esa forma mi cuerpo cada que lo embista con fuerza.

Aunque parece que solo va a quedar en mi imaginación.

El sonido de un auto y del garaje abriéndose nos alerta a ambos. Juliette siempre arruinándolo todo con su llegada.

Agarro una toalla y me ducho rápidamente con agua helada para bajar el calor de mi cuerpo. Apenas acabo, Aster me dice que ya es tiempo de irnos al restaurant. Por suerte Salem salió hace una hora de la casa, así que no debo preocuparme de que le arranque la cara a Juliette.

Nos movemos en sigilo hacia las gradas. Pero en el sofá veo sentado a Travis, lo cual me desconcierta al igual que al pelirrojo. Ya estando cerca de la salida, la voz de Kasemir nos paraliza en seco.

—Es bueno ver por fin al vagabundo que comparte dormitorio con mi hijo.

Nos giramos para verla salir de la cocina con dos tazas de té. Una la entrega a Travis, con una sonrisa en su odiosa cara. Decido atacarla de la misma forma:

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora