Capítulo 49

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Rafael llama de nuevo al alcaide que se encargaba del traslado de Jordan. Se pasea de lado a lado frente a la mesa del comedor. Al menos se ha calmado un poco. Ayer estaba más histérico. Cuando llegué a casa de Eleonor, él quería salir a Andalucrés en plena medianoche, no le importaba nada, solo deseaba gritarle en la cara al alcaide por lo ocurrido. Y tal parece que no ha dormido en toda la noche.

Me como otra galleta del paquete como desayuno (sí, ya sé que debería saber cocinar). Me fijo que sus manos están temblando cuando teclea nuevamente, esperanzado por que alguien tome la llamada. Nadie le ha dado informes adicionales aparte de lo de ayer. Le dijeron que estaban investigando el suceso y que le llamarían en caso de ser necesario, y que debería estar en calma. Mala idea. Rafael es de los calmados, pero cuando pasa algo grave y le dicen que se calme, explota su lado agresivo.

—¿Por qué no contestan? —grita, digitando una vez más el número.

«¿Será porque no son ni las siete de la mañana?», me pregunto en mi mente.

—Y tú no pongas esas caras —me advierte, con su dedo índice apuntándome—. Esto no es divertido de ninguna forma.

—No he dicho lo contrario. —Me pongo de pie. Cargo mi mochila y llevo entre mis manos las galletas y mi botella de agua—. Mejor me voy antes de que se te ocurra echarme la culpa.

—Que, de hecho, la tienes —espeta cuando cierro la puerta.

Ya me lo esperaba. Es lo primero que pensé que iba a escuchar ayer al presentarme en casa de Eleonor, pero se lo guardó hasta hoy. Quizá sí tenga parte de la culpa en todo esto, aunque nadie le mandó a Jordan a apuntarme con un cuchillo, en primer lugar.

Afortunadamente no han encontrado un cadáver. Los policías del vehículo de la bomba pues... no quedó nada de ellos. Los otros miembros del desfile carcelario terminaron con serias heridas; según oí, en cuidados intensivos. La cosa es que Jordan desapareció en medio de las carreteras sinuosas en la ruralidad de Andalucrés. Nadie lo vio después de la explosión en plena tarde, fue como si la tierra se lo hubiera tragado, lo cual resulta extremadamente sospechoso.

Fuera me encuentro a Olivia, que va tomada de la mano de su hija con mucha fuerza, temiendo que la vuelvan a apartar de su lado. Maddie me saluda con su clásica sonrisa, solo que un poco más apagada. La pequeña rubia le dice algo a su mamá, quien un poco temerosa, se adelanta unos pasos para dejar a Maddie conmigo.

—¿Cómo afrontas todo... esto? —me pregunta ella.

—¿Afrontar el qué?

—No estoy segura de lo que pasa entre tú y los demás, pero sí sé que tiene que ver con el asesino del pueblo. Me preguntaba cómo lo manejas, siempre te ves amargado pero relajado.

—No lo sé. No hay un manual que diga «Cómo lidiar con tu asesino personal en cinco sencillos pasos».

Ella se ríe.

En serio, ojalá lo hubiera, porque ni yo sé cómo es que no he entrado en una crisis nerviosa.

—¿Tú cómo lo llevas? —consulto esta vez. Me llevo a la boca otro par de galletas.

—No tengo la menor idea. Es que... me siento asustada y a la vez no. Siento desesperación y a la vez me siento normal. Mi mamá Jessica dice que un psicólogo me ayudará a lidiar con lo que ocurrió, y que me hará entender lo que siento. Como no podremos irnos en un tiempo, ya me agendaron cita en el psicólogo del pueblo para hoy en la tarde.

—¿La malhumorada de Kasemir las retiene?

—Sí. Hoy empiezan las obras y está muy tajante en perder personal. Hasta les ofreció un aumento con tal de que se queden. Pero mis mamás quieren empezar de cero, irse a una nueva ciudad. Yo solo quiero irme para no peligrar. Si capturasen al asesino, bien podría quedarme y empezar de cero aquí mismo.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora