Capítulo 76

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Entro a la estación de policía. Érika Fields está empacando sus cosas y abrazando a sus colegas entre sonrisas tristes. Me coloco frente a su escritorio a la espera de que acabe su momento.

—No esperaba verte tan temprano —me dice, acercándose a mí.

—¿Qué pasará con Aster?

—Bueno, pues irá a juicio y posteriormente a privación de libertad. Él está colaborando, por lo que supongo que los jueces y el jurado no serán tan estrictos. Nos entregó todos los CD que guardaban en ese sótano, las fotos que pudo tomar de Dalila, varios textos en los que le sacó información y grabaciones de audio en los que pelaban y ella confesaba partes de sus planes.

—¿Lo mantendrá en secreto?

—No puedo prometer eso.

—¿Pero lo de la banda sí va a callarse? Es demasiado hipócrita que a Dalila no la acusen públicamente por todos sus crímenes y a él sí quieran exponerlo en amarillo. —Sin querer doy un paso, quedando a unos treinta centímetros de distancia—. Eso podría hacer que otro enmascarado aparezca, y entonces irá a por usted.

—¿Es una amenaza?

—Solo sugiero una hipótesis. —Trago saliva—. Por favor. Solo eso le pido.

Me mira con compasión y finalmente asiente.

—Lo mantendremos oculto.

—Gracias.

Dos horas luego de eso, termino de empacar mi ropa y bajo las escaleras de la casa que están reparando por lo de Jordan. Intento no pensar en ello porque me causa escalofríos y náuseas. No quiero sentirme asqueado de mí mismo en el viaje.

Me detengo en la puerta. Observo la sala, la cocina, las escaleras... Esta casa tuvo momentos especiales, tanto fatídicos como hermosos. De alguna manera me vio crecer como persona, y ahora guarda en esencia las risas y llantos de estos meses.

Es un lugar que también voy a extrañar.

Y al árbol de fuera, por más retorcido que eso pueda parecer.

Salem y yo caminamos con tranquilidad, memorizando los últimos momentos que compartimos en este pueblo. Me hace feliz saber que Salem está a mi lado y que lo estará por muchos años más.

Okey. Todo esto de las despedidas me está poniendo muy sentimental.

Llego al parque y ya están todos reunidos, todos excepto Aster. No sé qué esperaba.

A Naomi se le ocurrió la hermosa —horrible— idea de que todos nos vayamos juntos del pueblo. Contrataron uno de esos buses de tamaño mediano para toda la manada. Primero pasaremos por Centinela para dejar a Naomi y Angélica, y una vez allí Rafael y yo iremos unas horas al Bosque de las Almas para regar las cenizas de Jordan; la funeraria aseguró tenerlas listas a nuestra llegada. Dejaremos a Hadley y su padre en Andalucrés, y a Daniela y su madre en Ducransea —no sin pasar a visitar a Maddie—, para finalmente terminar en Ekaville.

Calculando, mi tío y yo llegaremos por la noche a Ekaville. Por suerte Elías pudo convencer al dueño del edificio para el alquiler, así que los de la mudanza se encargarán de todo en el transcurso del día para que esté listo a nuestra llegada. Elías prometió llevarnos a un restaurant para darnos la bienvenida, lo cual me causa mucho nerviosismo pues una cosa es verlo en la pantalla y otra es tenerlo frente a mí.

—¿Tu gato no nos va a descuartizar? —me pregunta Daniela, casi que ocultándose detrás de Naomi.

—Es poco probable. Aunque, si se duerme en su jaula, no causará problemas.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora