Capítulo 44

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Abro los ojos, soltando un suspiro porque sigo vivo. Mi cuerpo siente esa desesperación, como si hubiera estado soñando con aquella escena durante toda la noche, aunque ya no recuerdo si fue así.

Me concentro en que ya es un día nuevo, uno en el que despierto acompañado. Aster sigue durmiendo, casi que cubierto por mi cuerpo. Luego de acabar, tomamos otra ducha por separado, cambiamos de nuevo el edredón, cerramos la ventana y nos metimos bajo las cobijas para conciliar el sueño. Dormimos juntos, lo abracé por detrás. Fue como estar en un mundo pacífico en el que pude descansar, incluso si tuve o no pesadillas.

No recordaba lo bueno que era compartir la cama con alguien especial. Este sentimiento es explosivo, como si tratara de hacerme sentir en acumulado todo lo que no sentí hacía poco más de dos años.

Me muevo con sumo cuidado para retirar mis brazos de cuerpo. Agarro mi celular. Rafael no me ha respondido el mensaje, ni siquiera le llega. Se lo envié mientras Aster se duchaba. Le pedí que me ayudara para localizar a «un viejo conocido sin importancia», y que programara una cita de visita en la prisión para Jordan. Necesito hablar con mi primo, intentar sacarle toda la información. Sin embargo, el hecho de que no le llegue el mensaje empieza a preocuparme.

Le hago una llamada. Suenas tres tonos hasta que salta el buzón de voz:

—Soy Rafael Howarth. Lamento mucho no contestar, sé que debe ser importante. Deje su mensaje luego del bip y le llamaré tan pronto como pueda.

Hago otros intentos, pero nada.

Ingreso a Instagram para revisar las solicitudes de seguimiento. Las acepto todas, sin siquiera mirar los perfiles. Podría estarme siguiendo el mismo asesino y yo no me daría cuenta. Me detengo un momento cuando capto por un milisegundo un nombre de usuario: aster.corr04. Entro a su perfil que tiene cincuenta y dos publicaciones, poco más de seiscientos seguidores, y apenas sigue a tres personas: Hadley, Naomi y Travis. La mayoría de fotos son selfis tomadas en diferentes partes del pueblo, desde lo que parece ser el sofá de su casa hasta la cocina del diner. Nada es forzado... es tan natural, como si simplemente le hubieran dado ganas de tomarse fotos y ya.

Acepto su solicitud de seguimiento, cosa que enseguida hace vibrar su teléfono sobre la mesita de noche. Al salir de Instagram, me fijo en las apps de citas que tengo instaladas. ¿Debería borrarlas? Es obvio que sí, porque quiero que Aster sea mi novio. Elimino mi perfil y borro las apps. Creí que jamás lo haría. Eso decía de muchas cosas que ahora ando haciendo. Espera lo inesperado, como dice la gente.

Dejo mi teléfono sobre mi pecho. El silencio resulta más abrumador. Fuera no se oye ni un ruido pese a ser casi las diez de la mañana. El toque de queda tiene ese efecto, además del pánico que deben tener luego de lo ocurrido ayer. Me pregunto cuál era el objetivo del ataque a todo el pueblo. Si lo pienso, diría que era una trampa para Aster y yo. El Emisario nos envió a la granja justo cuando empezó el ataque. El pueblo estaba vacío y nos interceptaron en plena tarde en medio de la calle, sin nadie que nos ayudara.

Aun así, no tiene mucho sentido armar todo ese circo, ya que fácilmente pudo tendernos otra trampa, como la vez pasada que fuimos a la misma granja. Hubo algo más detrás de esto, solo que no lo hemos visto, por el momento.

Intento otra llamada a Rafael.

—¿Llamando a tu amante? —pregunta el pelirrojo, dándose vuelta perezosamente.

—No necesito uno. Tengo lo que quiero a menos de un metro. —Suspendo el móvil cuando me lleva otra vez al buzón. Me acerco para besarlo, un poco más lento de lo habitual, como si fuera la forma de decir «buenos días»—. Trato de llamar a Rafael —le explico—. No he recibido noticias suyas desde el lunes en la tarde.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora