Capítulo 43

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Ya llevaba más de un año desde la muerte de Patrick y no tenían muchos indicios del asesino.

Hasta aquel día de la muerte de Virginia Calderón.

La policía dio con la cámara de tránsito y la vio subir al auto. De allí es que empezaron a ahondar el caso de los Calderón, y tras recoger el testimonio de Travis de que su padre no tenía auto y que pudo marcharse en autobús, revisaron las cámaras de la terminal. Allí vieron a una mujer encapuchada que parecía seguir a Jaime. Los de la boletería confirmaron que ellos dos compraron boletos al mismo pueblo, y varios testigos salieron en su momento a decir que la vieron allí. En las grabaciones, luego de haber matado a Jaime, mamá regresó como si nada y se montó en su auto, el cual identificaron por sus placas.

Era el único indicio que tenían. Fue suerte y parte del descuido de mamá. La policía lo aprovechó, y una noche tumbaron la puerta de la casa para arrestarla. Fue cuando aparecieron más testigos, dueños de locales que recordaban habernos visto juntos en algunas ocasiones, precisamente ciertas noches cuando asesinaron a alguien. Me interrogaron a base de engaños y terminé diciendo que ella llegaba tarde a casa por el trabajo, que yo la esperaba en la sala mientras veía la televisión. Les dije que la había visto en dos ocasiones con las manos manchadas de sangres por «raspones», y eso fue todo para que el detective del caso me acusara de cómplice.

Ese hombre me soltó sin amortiguamientos lo que hacía mi madre. Estaba tan orgulloso de haber capturado a Rompecorazones —que era el apodo que él mismo le dio—, que no pudo morderse la lengua sobre mi supuesta complicidad. Enseguida abrieron un archivo para mí. Perdí la cuenta de los interrogatorios y citas con psicólogos que tuve, en donde me presionaban para marearme y que dijera cosas que ni al caso, lo que, por suerte, no pasó.

Mamá se enteró de eso y enseguida confesó que ella los había matado, sola, sin ayuda de nadie más. Pero ya era un poco tarde, pues todo el mundo me tenía en la mira, desde noticieros hasta personas desconocidas que me hicieron llegar amenazas de muerte.

Mamá hizo que despidieran a ese detective. Incluso desde la cárcel consiguió todo lo necesario para arruinarle la vida a ese hombre. Esto es algo que no me entero hasta ahora que leo este reporte. Tal parece que lo destituyeron de la fuerza pública. Elizabeth dijo que eso era lo último que podía hacer por mí, ya que nada volvería a ser lo mismo para nadie.

Un golpeteo me hace levantar la vista. Hadley está entrando a mi salón de clases, un poco irritada.

—¿Cómo vas con eso? —me pregunta.

—Ya me falta poco para acabar.

Se acerca hasta mi mesa, apoyando los codos en ella. Deja escapar un suspiro pesado.

—Aster hace que los trabajos grupales sean peores que trabajar con locos de Sin Nombre.

—¿Y eso por?

—El folleto de escritores del modernismo.

La maestra de Literatura nos puso ayer ese trabajo en grupo, a todos los cursos en los que imparte. Es básicamente un cuadernillo de imágenes y datos de los escritores sobresalientes de ese movimiento.

—Me tocó hacer grupo con Aster, Travis y otros dos más —continúa—. Tu novio se hizo líder del grupo sin siquiera consultarlo. Nos hizo reunir ayer mismo en la hora del receso para distribuir el material, y quedamos de acuerdo en reunirnos en la tarde en el diner.

»Y es inconformista por todo. Si yo ponía una imagen aquí, él me decía que no estaba bien y apenas la movía un centímetro. Se quejaba de los colores, que no combinaban, que la letra esto que las hojas aquello. Todo tenía que ser detalladamente milimétrico, si no, nos decía que repitamos o lo hacía él mismo. Y Travis, como es la mascota, le daba la razón en todo. Lo peor es que hoy tenemos otra reunión.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora