En Andalucrés no está cayendo fuerte la nieve como en Los Olivos. Es algo tranquilo, lo que permite ver a través de la ventana del autobús. Al fin estamos llegando, y no fue fácil. Corrimos hasta la autopista próxima, evitando a la policía, y pedí un Uber hasta la siguiente parada de autobús para esta ciudad.
Bebo el vodka que está en mi tomatodo, ya cuando el autobús gira para entrar a la terminal. Resulta que el alcohol —que no lo había bebido desde ayer en la tarde— me calma los nervios y la desesperación sexual que tenía en la mañana. Nos detenemos finalmente y empezamos a bajar.
Aster carga con su mochila delante mío. No hemos hablado casi nada desde que envié el video a la policía. Comienzo a preocuparme por si él me odia casi tanto como Rafael.
Y hablando de Rafael, él nos recibe apenas bajamos del transporte. No le sorprende que el pelirrojo esté conmigo. Ya le avisé que vendría conmigo.
—Buenas tardes, señor Howarth —le saluda Aster. Mi tío asiente, aunque su mirada se entorna en el ojo morado de Aster. Luego en mí. Pero luego la aparta. Me odia.
—Hubo un ataque —le explico, mezclando la verdad con las mentiras. Caminamos hacia el parqueadero—. Muchos enmascarados en el pueblo, heridos, un caos total.
Recibo varias miradas curiosas. Ya me las esperaba. No hace mucho fui noticia por todas partes. No todos tienen la fortuna de ver al hijo de una asesina. Espero que los reporteros mantengan sus distancias conmigo.
Subimos en el auto de Rafael para ir al hotel en el que se hospeda. Nos registramos y cada uno subimos a nuestras habitaciones separadas. Tras dejar las cosas, nos reunimos en la planta baja, en un espacio común donde hay mesas de bocadillos y bebidas libres de alcohol. Yo sigo con mi tomatodo discreto.
—La visita está programada para las tres. —Rafael sigue sin mirarme directamente. Agarra un mini sándwich—. Mi hijo no está muy feliz de verte. Se puso muy sensible.
Menudo chiste. Jordan parecía ser todo menos sensible. En serio que, si la vida de Maddie no peligrara, no hubiese hecho ese puto video. Espero poder contenerme de pegarle un puñetazo cuando lo vea dentro de veinte minutos.
—Respecto al chico llamado Elías —prosigue—, he hecho llamadas y me he puesto en contacto con Janet. Lo están buscando.
Se encamina a otro lado a la espera de que el tiempo pase para llevarme a la prisión de la ciudad. Aster aprovecha para comer rollos de canela con un vaso de gaseosa. Quisiera acompañarle, pero el hambre se ha esfumado nada más llegar.
—Más te vale no llegar borracho a la cárcel —me dice el pelirrojo, señalando mi tomatodo.
—No lo haré. Sé controlar lo que puedo beber antes de embriagarme.
Lo aprendí a las malas luego de presentarme en casa borracho, la vez que Rafael me llevó al hospital. Desde entonces he mantenido a raya lo que consumo, todo con tal de evitar escenitas patéticas.
—¿Y qué piensas respecto a lo de Jordan y yo?
—No lo sé —admite Nos recargamos en la mesa, mirando a las personas caminar tranquilamente—. Tú te pones en esas zonas grises que son difíciles de discernir.
Quisiera poder decirle algo que le haga verme en la zona blanca de todo esto, pero no sé muy bien el qué.
—No es algo de lo que me enorgullezca —suelto—, ni tampoco es algo de lo que me arrepienta completamente.
En ese escenario, en aquella etapa de mi vida en la que estaba, pudieron suceder cosas menos graves, o incluso mucho peores. Si a los catorce le rompí la nariz a Brandon por una ira primeriza, no quiero ni pensar lo que pudo haberse empeorado con Jordan aquel día.
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Máscara Fragmentada
RandomKaden no tuvo una madre convencional: ella fue una asesina que cobró la vida de varias personas. Tras una serie de eventos sangrientos y años complicados en orfanatos, termina viviendo con su tío, quien, al sorprender a Kaden en una situación compr...