Capítulo 9

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—Llega tarde, señor Howarth —me dice el profesor de Historia nada más entrar.

—Fíjese que no me había dado cuenta. —Entro sin esperar a que me dé permiso. Hadley y Naomi me miran con emoción, como si quisieran lanzarse a abrazarme.

—¿No le han enseñado del respeto? —Se levanta de su silla—. Por lo menos...

—Si diera la clase como da sus peroratas absurdas, toda esta bola de inútiles entendería su materia.

Me observa por un largo rato al igual que el resto, a la espera de que me disculpe o salga corriendo. El viejo solo me da una advertencia antes de continuar su aburrida clase. Ahora no es momento de que alguien me haga enojar.

Faltan apenas diez minutos para que sea el receso. De haber sido por mí, no venía a clases, pero el pesadito de mi tío me sacó a rastras de mi cuarto para traerme a la escuela. Mi ley del hielo no se ha desvanecido con él, sigo sin decirle nada, a pesar de que él trata de sacar conversación por absolutamente todo. Hubo momentos en los que quería tirarle la comida en la cara para que se callase, aunque eso era cruzar una línea muy gruesa.

El maldito timbre al fin suena.

—No me toques —le digo a Naomi cuando se levanta para darme un abrazo.

—Estaba preocupada —se queja en voz baja—. Te perdiste de nosotros cuando escapábamos del bosque, y ni siquiera podía hablar con tu tío porque Aster me dijo...

—¿Qué le contaste? —mascullo en dirección al pelirrojo que también se pone de pie.

—Solo que tu tío no sabía que estabas en la fiesta. Es lo que mencionaste esa noche. ¿Y ahora qué mosca te picó?

Salgo del salón para no tener que aguantar más idioteces. Por el camino me encuentro a Hadley acompañada por su padre, un hombre de mediana edad con cabello negro y ojos verdes, con una mandíbula marcada y un aspecto juvenil tanto en facciones como en ropa, el cual saluda a todos los profesores con una sonrisa amable. Hadley apenas me da un saludo, cosa rara considerando lo alocada que es, pero no me quejo. Es mucho mejor que soportar sus preguntas.

—Kaden —escucho la voz de Naomi—. ¿Qué sucede? Puedes...

—¡Lárgate de mi vista! —Me volteo enseguida. Aprieto mis puños con todas las fuerzas. No quiero lastimarla, pero me está colmando la paciencia—. Solo vete, no me hables.

Retomo mi camino hacia los patios exteriores. El frío estremece mis músculos de una manera agradable, como pequeñas punzadas que me sujetan al mundo real. Me dirijo a los graderíos traseros en donde no hay ni una mosca, un lugar perfecto para estar solo y poder pensar.

Saco de mi mochila la hoja que recuperé de aquel cadáver hace tres días. Es un sudoku sin sentido alguno. Recuerdo que en la escuela solía hacer esto, y si no estoy mal, ningún número se podía repetir en la misma fila o columna, pero este sí lo hace:

 Recuerdo que en la escuela solía hacer esto, y si no estoy mal, ningún número se podía repetir en la misma fila o columna, pero este sí lo hace:

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