Capítulo 15

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Caminos solitarios y helados me llevan de regreso a ese hogar, y aunque estoy lastimado y congelándome por solo traer puesto una camiseta y un pantalón en medio de la noche, continúo caminando. Y entonces me abre la puerta. Noto su cabello negro y sus ojos marrones en el momento en que me abraza y deposita un beso en mi mejilla, algo que me hizo sentir vivo.

Pero todo es un recuerdo dentro de un sueño.

Dolor. Es lo primero que siento al abrir ligeramente los ojos. Dolor de cabeza, dolor en mi cuerpo que... está casi desnudo bajo las mantas. Termino de abrir los ojos para notar el sofá en el que estoy. Apenas traigo mi bóxer puesto, y mi ropa y cadenas han desaparecido.

Recuerdo que salí de casa... y luego nada. ¿Acaso me encontré a alguien y tuvimos sexo? Eso hubiera sido bueno, ya que llevo demasiado tiempo sin hacerlo.

Relamo mis labios e intento que mi boca no esté tan seca. Debí también beber mucho, porque la puta resaca me está matando. Me giro hacia el lado que da al piso, y al levantar la mirada, el frío me invade el cuerpo.

En la cocina, veo a Aster con solo un pantalón de pijama puesto. Está preparando café, con su torso desnudo y su cabello ligeramente despeinado. ¿Acaso tuve sexo con él? ¿Qué hago en su puta casa? ¿Por qué no tengo ropa?

Pequeños flashbacks me hacen doler la cabeza. Son recuerdos de él tocando la guitarra, los dos sentados en el suelo... y ya. No hay memorias de cuando llegué aquí, o qué demonios pasó para que terminara en su casa.

Consigo sentarme, con cierta dificultad en el proceso. Jamás había tenido una resaca así, excepto las primeras veces, pero ya tolero el alcohol de mejor manera. No debería sentirme como si un elefante me hubiera caído encima.

—La Bella Durmiente despertó —dice desde la cocina—. Empezaba a creer que te habías muerto.

Agarra un vaso de agua y algo más de la isla de la cocina. Se sienta al lado mío para entregarme una pastilla junto al agua. Mi única neurona decide centrarse en el torso desnudo de Aster, así que tardo un momento en estirar los brazos. Me paso la pastilla y el agua de una sola, saciando mi sed casi por completo.

—¿Qué pasó? —le pregunto.

—Tuvimos sexo. Te secuestré de la calle y lo hicimos. Por eso estamos así. —Nos señala a ambos, con una mirada seria que me deja atónito. Pero luego se ríe—. Ay, por favor. ¿De veras te creíste eso?

—No encontraba otra explicación, cerebrito.

—Por lo visto no recuerdas nada. Luego de que nos encontramos en el bosque, te traje a mi casa porque estabas en pésimo estado y no querías ir a la tuya. ¿En serio no recuerdas nada?

Niego ligeramente.

Aster me va a recordar todo en siempre que me brindó posada, se hará ver como el caritativo y querrá cobrarse con favores. Debí estar loco como para aceptar su ayuda. Sí, de seguro me bebí algo tan fuerte que me dejó fuera de mis cabales. Nunca pediría ayuda, eso no es normal para mí.

—Al menos un gracias, ¿no? —continúa.

—No te pedí ayuda en ningún momento. No te debo nada.

—Prácticamente te cargué hasta aquí, tuve que pasar por la horrible experiencia de quitarte la ropa, y ahora te doy una pastilla. Merezco un poco de gratitud, ¿no lo crees?

Dejo salir una risa sarcástica. Las personas no merecen nada. Si ayudan, pues es su problema, no mío. Dicen que lo hacen de manera desinteresada, un acto de humanidad, pero siempre quieren ser vistas como un héroe. Todos buscan algo.

—Has vuelto a ser el mismo pendejo de siempre —escupe para luego levantarse—. Por cierto, ¿quién es Elías?

El tiempo se detiene. Me quedo paralizado por un momento, sin respirar, procesando lo que acabo de oír. No pudo haber dicho ese nombre, seguramente escuché mal.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora