Capítulo 75

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Sangre... mucha sangre goteando de mis manos y manchando mi ropa.

Una familia que pasa discutiendo me despierta de mis alucinaciones. Mis manos vuelven a estar limpias y con la maldita férula, y mis antebrazos tienen vendas para cubrir las cortadas.

Me encuentro en el centro de salud, sentado en la sala de espera, decidiendo si soy lo suficientemente valiente para ver a Rafael antes de que llegue Rivera. Entre la espera he recordado lo que ocurrió con Jordan, y no he parado de verme con sangre por todas partes, aunque esa sangre haya sido más mía que de él debido a los cortes en algunas de mis venas.

Tampoco he parado de pensar en Salem. Aunque solo haya sido un golpe sin daños colaterales, casi me muero allí mismo cuando fue lanzado y cayó inconsciente. No sé qué hubiera sido de mí si lo perdía también.

La abogada dijo que necesitaba hablar con ambos, y heme aquí. Tengo miedo de lo que vaya a decirme Rafael. Maté a su hijo, y aunque traté de convencerme de que fue en defensa propia, la culpa que cargo no disminuye.

Rivera llega y me encuentra en la misma silla en la que llevo media hora.

—¿Qué te pasa? —me pregunta.

—Nada. La estaba esperando.

Acompaño a la abogada, dando pasos más cortos a medida que me acerco al nuevo cuarto de Rafael que está fuera de la UCI. Quiero correr, alejarme de él, no pensar en su mirada decepcionada. Al final, el pensamiento que una vez tuvo de que yo era un asesino se cumplió.

—Señor Howarth —le saluda Rivera al entrar en la habitación, estrechándole la mano—. Me alegra que ya se encuentre mejor.

Él tiene la expresión decaída, los ojos irritados. Cuando me mira, lo último que espero es su sonrisa familiar.

—Te estabas escondiendo de mí, ¿cierto? —Mira a Rivera para que nos dé un momento. Ella sale del cuarto—. La detective me contó los detalles de tu versión, ya que no viniste a verme en estos días.

—No quise hacerlo, lo lam...

—Sé que no quisiste, y no te disculpes. Te creo. Hiciste lo que tenías que hacer para que él no te matase. Si no te hubieras dado vuelta, tú hubieras caído por la ventana y no estarías aquí ahora.

»No eres un asesino, si eso es lo que crees. No deseo que pienses que la gente tuvo razón respecto a ti, porque no es verdad. Eres un sobreviviente. Los asesinos no se arrepienten ni sienten remordimiento, pero, por lo que veo, a ti te duele que él haya muerto a pesar del daño que te causó.

Asiento.

Yo no quise matarlo, ni por un segundo se me cruzó quitarle la vida, simplemente huir, esperar a que él se fuera o herirle de gravedad. Suficiente tenía ya con lo que le pasó a Dalila y ahora cargaré con la culpa de su vida.

Rafael extiende sus brazos para un abrazo, pero me niego y me apego a la pared. No creo que pueda mirarlo ni mucho menos abrazarlo sin sentir que le quité lo último que le quedaba de su familia sanguínea.

Rivera entra unos segundos después.

—El fiscal de Andalucrés presentará cargos —nos informa—. Intentará hacer un acumulativo por lo sucedido hace años entre los dos chicos y el homicidio en defensa.

—¿Cree que él gane? —le pregunta Rafael.

—Para nada. Siento que esto es por nuestra rivalidad personal. Le he ganado en tantos casos que se aprovechó de este para intentar hacerme caer. Pero no lo hará. Considerando que Kaden ayudó a detener el levantamiento de una banda muy peligrosa y se ha ganado el respeto de los ciudadanos, podremos llegar a un acuerdo financiero. Intentaré que esto sea lo más discreto posible. Estén pendientes a mis llamadas.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora