Capítulo 8

286 47 53
                                    

Muchos me llamarían vago por no querer trabajar. Y, a decir verdad, mi mayor deseo es no hacer nada, así que quizá lo sea, no me importa. Podría aprovechar mi cortada en el brazo para no tener que hacerlo, sin embargo, no puedo porque el asesino ha vuelto a atacar y me ha dado una nueva responsabilidad.

Rafael me dejó encerrado en casa durante estos tres malditos días como si me fuese a escapar y cometer un delito. No le he dirigido la palabra hasta ayer que tuve que darme las de actor para que me deje venir al Moore's Diner, ya que en la nueva cartita que me dejó en la ventana se mencionó este lugar:

He cumplido con mi nueva víctima, pero no quiero dejar esto a medias. Mataré a otro, y tú lo encontrarás antes que la policía, o te meterás en problemas. Solo sigue la luz chispeante previa al nuevo amanecer. Ve a trabajar, entérate de la fiesta y verás la pista que te doy. Y, por cierto, qué lindas cortadas traen tú y Aster; se complementan muy bien.

La víctima de la que habla es una mujer de mediana edad. Fue encontrada en una bolsa, cerca de una autopista. A esta también le arrancaron las mismas partes, las cuales están desaparecidas. Y ese patrón me está despertando algo en la cabeza, solo que no tengo suficiente información. La policía no ha revelado más datos que esos, ni de la primera muerte. Muchos especulan acerca de las causas de muerte, o si les aplicaron torturas u otras cosas similares.

Vacío mi cabeza de eso para dejar el último plato en el escurreplatos. Es hora de un descanso que nos otorga Angélica, debido a que por estas horas no hay mucho movimiento. Ella dijo que la gente está más ocupada preparando su despedida de año, o entusiasmada por la fiesta de esta noche. Sí, esa fiesta en la que veré la pista, a la que debo ir, aunque no haya alcohol ni cosas de ese estilo.

—Lo prometiste —escucho quejarse a Hadley nada más salgo de la cocina hacia la barra. La mentirosa, a final de cuentas, sí que trabaja aquí como cajera. Así que está allí, charlando con Aster.

—Lo sé, pero no creo que pueda ir —se lamenta el pelirrojo.

Tomo asiento a varios metros de lejanía. Hadley sigue quejándose respecto a una promesa rota relacionada a un tal Andrew. Mi atención se dirige al antebrazo izquierdo de Aster, en el que se halla la cortada. El loco de las cartas dijo que ambos nos complementábamos en ese sentido; de alguna manera, creo que es cierto, porque yo tengo una herida similar en el derecho. No sé si tiene relevancia alguna, pero lo tomo en cuenta, por si acaso.

La puerta del restaurant se abre. Por ella entra la pequeña rubia desaparecida que acaba de regresar apenas ayer de su viaje. Rafael las recibió a las tres con una cena, a la cual no me molesté en asistir. Mi tío me regañó por ello, que debía ser cortés y blablablá.

Aster entra y sale de la cocina con una pequeña caja en mano.

—Hola, Maddie —le saluda el pelirrojo. Ella se nota alegre, aunque luego cambia a algo de sorpresa por mi presencia—. Aquí está lo de siempre.

—Gracias. Y hola, Kaden. —Agita su mano hacia mi lado. Los dos sin oficio me miran a la espera de una respuesta que no otorgo—. Pronto saludarás.

—¿Lo estás entrenando como a un perro? —pregunta Hadley. Aster y la pequeña niña se ríen de eso.

—Ojalá fuese así de fácil.

—Solo lastima su ego y quizá te dé la patita —se burla esta vez Aster. Le lanzo una servilleta de tela en plena cara, a lo que Maddie nos mira de manera alterna con una sonrisa más extensa—. Pronto me hará caso en todo lo que diga.

Me giro un poco para verlo directamente a sus ojos azules.

—Sigue con tus payasadas y le diré lo que sabemos a Travis.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora