Capítulo 68

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Somos héroes.

O eso fue lo que entendí de Rivera tras la llamada de anoche. Y por el reportaje de noticias que anda circulando desde primera hora de la mañana.

La policía liberó los detalles faltantes. En el mapa que vimos estaba marcada también la iglesia del pueblo, y Fields dedujo —también por las fotos de la misma estructura— que algo se ocultaba allí. Y acertó. Encontraron bajo la iglesia un túnel que contenía las pertenencias de las víctimas que guardaron como trofeos, cubiertas de sangre putrefacta, y aquella chaqueta deportiva. Había recipientes sellados con sangre mezclada en agua, y un par de implementos para escribir, por lo que suponen que con eso hacían las cartas. Así mismo hallaron distintos cabellos en algunas cosas, entre ellos castaño, y restos de cutículas; se mandaron a hacer los análisis de ADN, pero Fields ya asegura que se trata de Travis.

Aún lo están interrogando aquí en Los Olivos antes de llevárselo a Centinela. Desean indagar a fondo, porque necesitan saber con quién más participó en la carnicería. Pese a ello, Fields ha dado por cerrado el caso principal, declarando públicamente y adjudicándonos el mérito por resolver el misterio.

Así que la policía, con ayuda de Kasemir y los organizadores del Festival, convocaron a todo mundo a la plaza para ver cómo nos entregan medallas de juguete por nuestra valentía y astucia.

El lugar está repleto de gente, prácticamente todo el pueblo está aquí, suspendiendo sus trabajos y actividades escolares. La prensa se sitúa en sus puestos para grabar el evento y tomar fotografías para regarlas por todas las ciudades.

—¡Somos famosos! —me grita Hadley, sacudiendo mi brazo mientras caminamos sin un rumbo seguro—. Ya estoy practicando mi autógrafo para cuando me pidan uno. Esto cambiará mi vida.

Mientras ella está feliz, yo me siento angustiado. Percibo más ojos de lo normal sobre mí y una presencia extraña, como si en cualquier momento fuese a saltar un enmascarado con un lanzallamas para asarnos como brochetas. Al menos fumé un poco antes de venir, porque si no, mi situación sería peor.

—¿Cómo te pagas el instituto? —le pregunto.

Me mira extrañada.

—Como todos: haciendo el depósito mensual.

—Sí... ¿Naomi se lo paga igual?

—Claro. ¿A qué viene esto? ¿Rafael te explicó cómo pagarte el instituto? Puedo ayudarte si no...

—No es nada. Es que oí algo de unas becas y eso me hubiera servido antes.

—¿Becas? Yo averigüé sobre eso apenas me mudé aquí, pero esa bruja de la directora fue tajante en decir que no las ofertan para nadie.

Culminamos con la vuelta a toda la plaza y regresamos al punto de partida, con Angélica y Paul, el padre de Hadley.

—Quieren una entrevista —dice Paul a su hija, señalando a unos reporteros—. Si no quieres, puedo...

—¿Quién dijo que no quiero? Es mi momento. Que sepan que no soy solo la hija de una señora con un podcast barato, sino la hija de un padre increíble que ama a los animales.

Los dos se alejan y me quedo solo con Angélica, quien observa a su hija conversar con una Blogger.

—A pesar de todo —comenta Angélica casi para el viento—, ella es feliz. Ha superado muchas cosas.

Y con todo se refiere a todo. Al parecer, Fields nos llamó uno por uno ayer por la noche a la estación de policía. Nos interrogó y terminamos confesando todo lo que ocurrió en estos meses, cada detalle, cada trampa del Emisario y cada amenaza. Lo único que omitimos fue a Daniela y sus trabajos; y que yo estaba en las peleas de Sin Nombre.

Máscara FragmentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora